martes, 31 de agosto de 2010

CAPITULO 35º LOS JUEGOS CON MIS HERMANAS

anacartov me dijo:Anacartov
Registrado: 01-11-2009
RE: No me publican mi escrito
Buenas noches, Antonio. No sabes lo que me has alegrado la noche calurosa que tenemos por el pueblo, al leer en estas líneas el nombre de mi abuelo. Veo como la vida transcurre, y por ella no pasan los años en valde. Aqui tengo a mi abuelo, el cuál anda enfermo, pero piensa que aún sigue arreglando zapatos y vendiendo en aquél puestecito que tenía en la Plaza de Abastos. Gracias por tus historias. Un saludo

RESPUESTA:
¡Hola¡ Anacartov Gracias por estar ahí. Dar muchos recuerdos a tu abuelo y dile que se ponga bueno pronto. Que aquí estaré yo escribiéndole y contándole cosas para animarle a aliviar su dolencia arrancándole con mis escritos una sonrisa.
Santiago: ahí llevas otro capítulo. !va por tí¡.
(dedicado al artesano Santiago de mi pueblo. El mejor zapatero de toda España incluyendo a Valverde del Camino. Arnedo en la rioja Las islas baleares y todo el lebante Español).

CAPITULO 35º LOS JUEGOS CON MIS HERMANAS
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Yo jugaba con mis hermanas en el patio de mi casa corriendo al rededor del brocal del pozo. Que teníamos que sortear una pequeña maceta con una también pequeña palmera de medio metro de altura que nos trajo mis tías la de Hinojales y que por mi casa debe de haber una foto de mis dos hermanas mellizas agarrado a sus pequeñas hojas.
Mi madre antes de que cogiera un metro y cuando rompieron las raices el tiesto donde estaba sembrada; decidió quitarla de junto al pozo y desplazarla hacia dos metros a la izquierda; porque las raíces eran tan grande que estaban dispuestas a destrozarlo.
La palmera cuando la vi por última vez medía 20 metros de altura, y daba una cantidad de datiles grandisima ; como pa criar cochino con ellos.
De un cajón de tablas de madera que había servido para transportar sardinas frescas; que mi madre se lo había agenciado para poner derretido el jabón que ella fabricaba y que después regalaba en el dispensario.
Les quitaba las tablas del fondo y se quedaba tan solo con las cuatro tablas de los lados.
Luego le quitaba otra tabla del extremo más largo y se había quedado el cajón con tan solo tres tablitas, formando la letra U. Que al ponerlas de pie y en vertical y boca abajo; Simulaban que era mi moto. Una estupenda moto marca Sangla de la policía o la Derby o la Gibson o la Torot o la ISO o de la Guzy de color rojo; que tenía el cambio de marcha pegado al depósito de gasolina en una palanquita con una bolita en el extremo. Y sus amortiguadores eran resortes o muelles helicoidales; tanto para el asiento del conductor como para el del pasajero.
Yo me montaba encima de aquel improvisado chasis de tablas oliendo a sardinas donde ya de antemano le había clavado una barita de adelfa con su horquilla que representaba al manillar y la maneta del freno.
Me montaba en mi moto y cogiendo el manillar con la mano derecha y levantando la tabla por atrás mía con la mano izquierda sobre el supuesto asiento. Corría dando vueltas y vueltas alrededor del brocal del pozo y luego paraba y me bajaba. Quedando la moto de pie muy bien estacionada.
La imaginación era prodigiosa y podía llegar y hacer lo que quisiera con ella.
Yo le decía a mi hermana Laura: ¡Laura móntate que te llevo a la feria de los jarritos de Galaroza¡.y después nos vamos a la feria de Grana. Y mi hermana se montaba tras de mí y levantaba la tabla con sus dos manos. Entonces corríamos juntos dando vueltas y vueltas alrededor del pozo.
Escarranchados los dos sobre aquella tabla. Les dábamos rienda suelta a la imaginación y simulábamos que íbamos muy deprisa y la brisa nos echaba el pelo hacia atrás y el ruido del motor de dos tiempos lo hacía yo con mi propia boca.
En cada curva pitaba el claxon. Porque era requisito indispensable por aquel entonces. Si no lo hacías. En la misma curva de la Yutera estaba la pareja de la guardia y te decía: no le he oído ni una vez tocar el claxon. No tengo más remedio que multarle para que se acostumbre a tocar en todas las curvas peligrosas.
Mi hermana Laura iba muy contenta conmigo en mi moto. Aunque de mi casa no saliéramos. (Porque no teníamos carnet de conducir)
Cuando no jugaba con ellas cogía solo el manillar y me iba a la calle. Corriendo a toda pastilla con la barita de adelfa entre mis dos manos y por toda la acera de mí casa. Calle abajo y calle arriba.
Me gustaba coger la curva de la calle Portugal Creo que hoy se llama Silencio o tal vez hayan cambiado a Lisboa. ¿No estoy seguro?
Al bajar de la calle Portugal que no tenía salida a la carretera. Me resbale al coger la curva tan pronunciada y tan cerrada que tiene la esquina de la casa de Miguel Sopa.
A esa velocidad y con esa curva tan cerrada que tiene la acera; tuve la mala suerte que resbale con la gravilla que no había o que frene en la misma curva de la acera y perdí pie pegándome un fuerte golpe en la cabeza contra la esquina del zócalo de cemento tan alto que tenia la fachada de esa casa. Menos mal que el zócalo era liso y no tenia aristas punzantes.
Perdí el conocimiento y casualmente; la siempre dispuesta y sevillana María la Gora; que vivía enfrente; me vio muerto en el suelo y se lo dijo a mi Padre que estaba en mi casa. Ni que decir tiene que por aquellas calles pasaba un coche solamente dos días a la semana.
Lo que si se oía muy tempranito sin amanecer y sin oír cantar el gallo; eran las campanillas de las cabras que llevaba El Rano y los ruidos que hacían las pisadas de las bestias sobre el empedrado de las calles.
Mi padre me cogió en brazos y me llevo inconsciente al consultorio corriendo cuesta arriba.
Entre y allí me despertaron.
Esto no hubiera ocurrido de haber llevado el casco puesto. Si se hubiera inventado por aquellas fechas.
A la media hora estaba yo totalmente restablecido y dispuesto; buscando mi moto. Y allí estaba mi barita de adelfa con su extremo en horquilla que no había sufrido ni un solo rasguño.
En una ocasión agudicé más la imaginación y el ingenio y me puse a decir misa.
La iglesia era la bodega que había servido de calabozo para espirar mis pecados.
Allí en aquella catacumba y tan solo a media luz llegaban mis cuatro hermanas que se habían puesto los trapos negros que encontraron improvisando el velo que se ponían las mujeres por la cabeza y se habían puesto de rodillas a rezar y a meditar en aquel banco largo de la foto que nos fabrico mi padre.
Allí permanecían dentro de la bodega esperando al párroco.
Yo me puse las alforjas de mi padre sobre la cabeza entre los hombros. Que me sirvieron de casucha y me metí dentro de un gran cesto de varetas de olivo. Simulando estar subido en el pulpito diciéndoles un gran discurso y responso. Todas me prestaron la debida atención.
Después me Salí del cesto y simule darles la comunión a todas ellas. Terminando bendiciéndolas y diciéndoles que se podían ir en paz.
Otros de los juegos que más me gustaban eran el de las cuatro esquinas del zaguán de mi casa y el del zaguán de la casa de mi amigo Miguel Ángel Sánchez Miro.
Allí nos poníamos Miguel Ángel y su hermana Isabel Mª y mis dos hermanas y yo.
Luego cantábamos a coro y nos movíamos en sentido de las agujas del reloj dentro del zaguán.
Cuando se acababa la canción. Todos corríamos a ocupar una de las esquinas. Y el que se quedara sin ocupar una esquina. Era quien ocupaba el centro. O era eliminado del juego pasando otra de mis hermanas a sustituirlo.
A mí me producía mucha ilusión y sentía una sensación muy extraña y placentera al rozarme corriendo con los brazos de Isabel Mª para llegar a coger el rincón y no quedarme en el centro. Era una sensación que no sabría describir porque de hecho éramos unos niños; pero que ya empezábamos y queríamos descubrir al sexo contrario.
Entre ruidos y risas y roces de correr de acá para allá o de esquina en esquina. Venia el ama de llaves que estaba jarta de tanto zapateo sobre el suelo brillante encerado y de tanto escándalo; y también acudía una de las criadas de Pastor Sánchez mandada por la madre de Miguel Ángel. La señora Miro; y nos decía: ¡Venga se acabo el juego¡. Ustedes dos para dentro y ustedes para vuestra casa; que es hora de recogerse.
Este juego también lo hacíamos en nuestro zaguán; pero el mío era más rustico y no estaba alicatado de azulejos de Mensaque Cartujano de Sevilla; ni el suelo era de mármol de Carrara por donde resbalábamos corriendo. Sino que era de terrazo de solería catalana. Y tenía una zona central de un ancho de un metro; empedrada de chinas sin aristas de colores blanco y negro formando figuras geométricas de rombos. Este pasillo central lo había construido mi padre para que pasaran la borrica margarita y la yegua blanca y tuvieran buena adherencia con las herraduras de acero.
En el patio de mi casa también jugábamos a las casitas. Yo era de profesión carnicero
Y mis hermanas venían a mi plaza de abastos donde les proporcionaba la carne más suculenta del mercado. Claro siempre dependiendo de lo que había entrado en la Lonja o en el Merca Sevilla.
Yo tenía dos trampas puestas en el huerto y alguna vez caía algún gorrión de los muchos que por allí llegaban.
El ave tenía sus jamones (muslos) su pechuga y sus alas. Que colgaditas con hilo en exposición debajo del tinao; Simulaban perfectamente ser el puesto de un excelente carnicero.
Todas me compraban fiado y el negocio se vino a pique.
FIN DEL CAPITULO 35º LOS JUEGOS CON MIS HERMANAS
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de DON PEDRO JUNIOR (CONTINUARA)

lunes, 30 de agosto de 2010

CAPITULO 34º MI PRIMERA COMUNION

CAPITULO 34º MI PRIMERA COMUNION
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.

Cuando yo hice mi primera comunión tenía siete años y mi madre me vistió de largo con un traje gris marengo con chaqueta cruzada. Y Santiago el zapatero de la calle el Castaño me fabricó unos buenos zapatos para la ocasión; que me duraron mucho tiempo. Porque estos zapatos aguantaban media suela y varias tapas e incluso una media granaina en el empeine; así como tachuelas etc. Los de ahora aguantan menos que una candela de papeles.
En el pórtico de la iglesia todo estaba preparado para tan importante día en la vida de un cristiano.
Allí estaba esperándonos un fotógrafo profesional que le hacía foto a todo el que venía vestido de 1ª comunión. Yo tengo una hecha en el pórtico de entrada de la iglesia; que nos sorprendió el diafragma del objetivo mirando a todos hacia abajo, porque los fotógrafos de entonces tenían la costumbre o dichosa manía de ponerse en cuclillas para hacer la foto. Y esa postura nos obligaba a todos a bajar la cabeza mirándolo a él. Y además permanecíamos como asustados. Sobre todo mi hermana melliza Mª de los Ángeles que asustada pretendía esconderse tras de mi Padre.
Aquí en esta foto faltan mis dos hermanos mellizos más pequeños que se habían quedado abajo en sus cuna. Porque serian recién nacidos.
Yo llevaba el misal o libro del caballero cristiano y el rosario y el crucifijo de cordón dorado.
Las oraciones ya me las sabía de memoria porque las dos hermanas Catequistas África y Elvira se habían encargado de enseñárnosla. Y los pecados capitales y las obras de misericordia y el credo y la salve y el yo pecador y muchas cosas más.
Luego dos años más tarde en el 1959; en Los Salesianos de Santísima Trinidad en Sevilla que estaban pegados a la Calle Jabugo. Me enseñaron el Padre nuestro en latín y la salve en latín y el ave Mª en latín.
Había que aprenderlo a la fuerza porque en aquel internado; todos los días obligatoriamente había que rezar todos juntos un rosario en latín.
La iglesia estaba llena de flores y el cura que era muy bético; revestido con sus mejores galas.
Las niñas iban preciosas con su vestido blanco. Parecían novias; pero como siempre estaban a un lado y los niños hacia el otro.
El coro de mi pueblo; canto muy bien allí arriba junto al órgano de fuelle que lo tocaron divinamente.
Fue un día muy hermoso y a la salida de la iglesia todo el mundo venia a felicitarme.
Hasta mi prima Charo que tiene barios años más que yo y le decía a una amiga dándome besos muy cariñosos: ¡Este es mi primo Antonio¡. ¡Este es mi primo!.
Y los conocidos de mi padre se dirigían a mí y me decían: ¡toma: ¡ para que lo metas en la hucha. Unos me daban una peseta y algunos hasta un duro.
Yo me ponía muy contento y me lo metía en el bolsillo del pantalón. Me sentía el más rico de todos mis amigos.
En mi casa mi madre hizo una comida especial para los invitados con postre, café y pasteles.
No había terminado la tarde y ya estaba yo en el paseo comprándome un sinfín de sobrecitos que contenían una azúcar rosa con sabor a naranja y eran efervescentes y proporcionaban un cosquilleo agradable en la boca.
No sé si aquellos sobres creaban adición o no. Lo cierto es que me gaste todo el dinero que me habían dado en mi Primera Comunión. En los sobres que vendía el quiosco de Mª la Pica.
Os puedo asegurar que fueron muchos sobres. Tantos que no sabría enumerarlo. Mª la Pica se debió de poner muy contenta.
Pero yo no tanto porque; no había terminado de comerme todos los sobres y cogí un retorcijón de tripas que ya se podéis imaginar todo lo demás.
Los peos de todo no era el pintar a pistola ni que me tiraba unos pedos como una olla de cuatro asas. Si no que con tantos gases que tenia; me producían un fuerte dolor de barriga que no se me quito en tres días. Y mi pobre madre sin saber diagnosticar mi dolencia. Porque yo permanecía más callao que en Misa.
Hasta que mi Madre me preguntó: ¿Cuanto dinerillo te han dado?. ¡Mucho mama¡ pero me lo he gastado todo en sobres de naranja efervescente. No hubo más comentarios al respecto y ya se supo el diagnostico de mi dolencia intestinal.
CONFUCIO DIJO EN UNA OCASION: NO DEBEMOS NUNCA HABLAR NI BIEN NI MAL DE NOSOTROS MISMOS; BIEN, PORQUE NO NOS CREERIAN Y MAL, PORQUE LO CREERIAN DEMASIADO FÁCILMENTE.

Fin del CAPITULO 34º MI PRIMERA COMUNION
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de Don Pedro Junior (CONTINUARA)

viernes, 27 de agosto de 2010

CAPITULO 33º LOS DOS CEREZOS VIEJOS DE POR BAJO LA YUTERA

CAPITULO 33º LOS DOS CEREZOS VIEJOS DE POR BAJO LA YUTERA
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Allí había dos cerezos centenarios; junto a la carretera yendo hacia El Repilao en el lado derecho; nada más bajar desde la yutera por la carretera abajo; y todos los años veíamos como se cargaba de cerezas grandísimas y dulces brillaban como si estuvieran barnizadas; Que parecía convidarnos a cogerlas. Pero había que tener mucho cuidado porque allí y en todas partes; las piedras oyen y los arboles ven.
Yo veía pasar todos los años los meses de Junio sin catarlas. Y no se me quitaba la tentación de pecar. Por aquello de que no se enterara Doña África y Doña Elvira Las catequistas. Que todo lo sabían y lo que no sabían se lo decían.
Hasta que un buen día llego el momento de hacerlo; y fue que: Caminando solitario por la carretera abajo mirando los herreritos y carbonerillos que revolotean en lo alto de la pingorota de los arboles de la cuneta y observando todo lo que se movía.
Localice a dos hermanos subido; cada uno en un cerezo, dándose un banquete.
Me dije a mi mismo; esta es mi ocasión: ahora o nunca.
Me dirigí hacia el primer árbol y empecé a gatinear por su gordo tronco centenario. Y al llegar a la vieja copa me dispuse a irme a la rama donde estaba el que se me había adelantado y que no se si se había dado cuenta de mi presencia. Lo cierto fue; que él ignorándome seguía sin perder tiempo; dándose el lote de las mejores cerezas del viejo árbol. Posiblemente pensaba que como candidato podía ser un rival cogiéndole las mejores y por eso aceleraba más en cogerlas.
Allí en aquella pingorota; era donde estaban las mejores y más rojas y gordas cerezas de todo el esquelético árbol que no podía con sus años.
Me dispuse a ponerme andar por aquella gruesa rama: Y no hice nada más que poner un solo pie y escuche un crujido seco y me quede quieto e inmóvil impávido e impertérrito sin decir nada. Como el que había pisado una bomba en un campo minado.
Solo seme ocurrió ponerme escarranchado sobre el principio de aquel esqueleto de rama que no podía con sus años y menos con nosotros dos.
Allí quede quietecito durante varios minuto sin levantarme ni querer irme para adelante ni para detrás. Esperando lo peor. Porque aquella rama no dejaba de moverse ni de crujir debido a que el que estaba en la punta iba a lo suyo y no se apercibía de que la rama crujía y no podía más; estando a punto de venirse abajo.
Entre tanto ramajes y hojas y cerezas no podía verlo; solo lo escuchaba. Y estaba tan atareado en su faena que no seme ocurría decirle nada del peligro que se avecinaba.
Además estoy seguro que no me hubiera hecho ni caso.
El niño seguía cogiendo las cerezas y como se movía tanto para localizar las más lejanas y que más se exponían al sol.mas crujía la rama por donde yo estaba sentado.
Aquel niño: tanto movió la rama buscando las más gordas cerezas que vino lo que me esperaba.
Yo estaba agarrado a la rama con una tesitura. Como el que tiene agarrado a un lobo por las orejas: Que no sabe si seguir agarrándolo por la orejas o soltarse de las orejas.
La rama vieja como era de esperar se vino abajo, y detrás vino el mozo que la movía.
Yo caí como esperaba; de pie escarranchado en el viejo tronco, lleno de hormigas que me picaron por todas las zonas húmedas. Eran unas hormigas pequeñas pero con mucha mala leche. Porque levantaban el brillante abdomen negro y te pegaban unos bocao que te hacían rabiar.
El desdichado debió de caer de mala manera; porque vi como se alejaba cojeando.
Confié que no hubiera sido nada grave. Tal vez alguna torcedura de tobillo.
Bajó su hermano del otro árbol y se lo llevo montado (a cabrito) sobre sus hombros por el camino de las Escuela hacia arriba.
A mí se me quitaron las ganas de comer cerezas y me fui carretera arriba con dirección a mi casa, sin probar ni una sola y sacudiéndome los hondillos de las rabuas hormigas. (Una mujer rabua es una mujer maligna y mezquina)(Otro palabro para el diccionario)
Y eso que ahora habían quedados las cerezas bien bajitas a ras del suelo. Pero no estaba el horno para cerezas y me quede sin probarlas para siempre.
No sé si alguien dijo esta frase: (LO QUE MAL SE EMPIEZA MAL ACABA).
Sé quiénes eran mis dos acompañantes. Pero no diré ni delatare sus nombres; para no herir susceptibilidades. Bueno solo pronunciare el nombre de uno de los dos hermanos; Y esto será cuando llegue La Epifanía de Navidad. (Todo esto también ha prescrito ya)
Alguien dijo alguna vez: (QUIEN NO CALLA EL HECHO; TAMPOCO CALLARA EL AUTOR).
Fin del CAPITULO 33º LOS DOS CEREZOS VIEJOS DE POR BAJO LA YUTERA
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de Don Pedro Junior (CONTINUARA)

jueves, 26 de agosto de 2010

CAPITULO 32º EL HOMBRE TUBERCULOSO DE DETRÁS DE LAS ESCUELAS

CAPITULO 32º EL HOMBRE TUBERCULOSO DE DETRÁS DE LAS ESCUELAS
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un día apareció sentado en un umbral a la espalda de las Escuelas de los niños.
Un hombre de mediana edad. Que tosía mucho y se veía como muy enfermo. Parecía tísico o tuberculoso; siempre tosiendo.
Estaba sentado en un escalón y se calentaba al calor que le proporcionaba un cubo viejo y agujereado y bollado de zinc donde quemaba algunos palillos de ramas de castaño y de eucalipto.
Los niños les traíamos nuestra cuchara y él le grababa nuestras iniciales con un buril dando movimientos de sic zas con su mano derecha; logrando una letra inglesa apaisada muy bonita.
Luego nos pedía los dos reales por su trabajo.
Me daba pena el pensar ¿Cómo este hombre pudiera estar tan solo sin Padre ni Madre ni perrito que le ladre?
Sin un amigo sin un hermano.
Qué triste tiene que ser la soledad y más triste todavía si es impuesta.
Por un momento se me ocurrió pensar que se trataba de uno del bando perdedor que hubiera perdido en la pasada guerra toda su familia y que se le negaba hasta el derecho al trabajo.
Pensé también que podría tratarse de un amigo del poeta que quiso salir por la frontera del Rosal; Que tan cerca esta de Jabugo. Pero lo hicieron preso.
Este hombre se educó en los curas y su padre tenía una piara de cabras y le obligaba a que le ayudara con los animales sacándolos al campo para que comieran. Mientras realizaba esta labor. Escribía sus poemas olvidándose de los animales que se metían en el trigo.
Su padre recibía las amonestaciones y les llegaba las multas por los daños que causaban las cabras.
Este insigne poeta autor de andaluces de Jaén y Nana de la cebolla y de muchas obras más se llamaba: Miguel Hernández y murió tuberculoso.

Este otro hombre tísico y tuberculoso seguía tosiendo y sentado en un umbral trasero que tenia las escuelas y de cara al castañar. y frente al camino que llegaba hasta la fuente Quino y si mirabas hacia su izquierda veía el matadero municipal de Mª la carnicera.
Un día debió de dirigirse al dispensario donde estaba my Madre y le pondría alguna inyección con intención de curarlo.
Cuando volví de la Escuela lo veo sentado dentro de mi casa. Comiéndose un buen plato de buena pringa con garbanzos; que mi padre cultivaba en el olivar del puerto. Y que seguro mi madre le había dicho que se lo comiera.
Cuando termino de comer lo vi grabando la cubertería de plata de Meneses que tenía mi madre, comprada en cómodos plazos; del platero que venía periódicamente vendiendo por el pueblo.
FIN DEL CAPITULO 32º EL HOMBRE TUBERCULOSO DE DETRÁS DE LAS ESCUELAS
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de Don Pedro Junior (CONTINUARA)

miércoles, 25 de agosto de 2010

37º CAPITULO: EL ÚLTIMO LOBO DE SIERRA MORENA DEL LIBRO AUTOBIOGRAFIA DE UN ADOLESCENTE EN JABUGO EN 1950

37ºCAPITULO: EL ÚLTIMO LOBO DE SIERRA MORENA
DEL LIBRO AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
¡Oye ¡ ¿vistes el lobo que habían matado? y que lo traían atado con una cuerda, en lo alto del capot de un Citroën dos caballos de color rojo.
Era un magnifico ejemplar; Tenia la lengua fuera y echaba sangre por la boca. Estaba aparcado en la puerta del casino para que todo el mundo lo viera; debía de tratarse de un lobo ibérico y por su tamaño diría que un gran lobo Alfa; Con las delanteras de los antebrazos de color negro u oscuro.
¡Si hombre¡. Eso es que uno, lo ha matado; y ahora vienen a que el alcalde le de dinero por haber eliminado una alimaña del campo.
Pues seguro que se ha cargado al último lobo que quedaba en toda sierra morena.
El cura el domingo pasado tiró dos cohetes en frente del casino Central en medio del paseo para cabrear a los dos hermanos que viven en la tienda de Inesita al lado del casino y que son Sevillistas.
Claro si es que le ganó el Betis dos a cero al Sevilla. Cuando es al revés, son los dos hermanos los que tiran los cohetes y hacen cabrear al cura que es bético.
El domingo pasado rebañé cuatro perras gordas y tres chicas y un real, a la salida de la iglesia por la parte de donde está la plaza abastos y uno me piso el dedo índice de la mano y todavía lo tengo hinchado. Fue del bautizo de un riquito del pueblo. El padrino era mu rumboso y se harto de tirar moneas.
Había dos reales y monedas de a real de 25 céntimos.
Que lastima no hubieran acuñado ahora en la vida real la moneda de 25 céntimos y no haría falta las de 1 ni 2 ni 5 ni 10 céntimos de Euros que son unas calderillas que se pierde y no se agacha uno para encontrarlas por el ínfimo valor que tienen.
En cambio si hubiera de 25 céntimos; nos apañaríamos mejor. Porque hablaríamos de Ejemplo:(4 Reales = a un euro). (20 Reales = 5 $) (3000 Reales = 750 Euros)
Miguel Ángel Pastor me hizo una buena brecha en la cabeza que vi las estrellas y las lucecitas de neón así como campanillas y haces de cohetes explotando. Fue el otro día cuando fuimos a tirarles piedras a los gatos por las calles cuesta arriba de detrás del Casino Central yo me incorporaba de coger una piedra en el suelo, cuando Miguel Ángel Pastor lanzaba su piedra a un gato y en ese mismo instante se impactó la piedra con mi cabeza parándola. Tenía la cara llena de sangre, que parecía un Cristo. Menuda pitera me hizo. Todavía se nota la cicatriz. Y ahora que estoy cal vichi se van viendo más las heridas de guerra.
Mi madre me curo en mi casa,

Aun me acuerdo del escafote, cada uno con nuestro palito, como si fuéramos gallinitas crueca rebuscando gusanillos para la prole. Pero con una gran diferencia que nosotros buscábamos las sabrosas castañas que ya estaban calentitas y asadas y con su cáscara churruscada, tenían un sabor que aun después de haber pasado 50 años todavía con la mente; creo paladearlas.
Hoy está absolutamente prohibido hacer fuego en el campo. Por aquello de los incendios forestales.
Aquellas imágenes y aquellas situaciones despiertan en mí un recuerdo imborrable e irrepetible de amor a todo lo que viví cuando solo era un niño.
Algunas veces he pensado que todos estos detalles hacen a la gente de pueblos a lo largo de su vida, personas con más poder de resolución de las cosas. Que aquellos otros que no se expusieron a situaciones extremas y no tuvieron la oportunidad de ingeniar e improvisar sin ayuda de nada ni de nadie. Solo con nuestras propias manos aprendimos hicimos y lo vivimos; en definitiva que se forjan en ese mundo donde siempre han carecido y escaseado de todo. Por estar tan apartados del mundanal ruido, y donde no hay más remedio que ejercitar mucho la imaginación la habilidad y el talento, porque la necesidades son las que hacen agudizar el ingenio.
Los hay quien no hizo ni el huevo diario. Vamos que no le dieron desde pequeñito ni un palo al agua. Después de mayor como no había aprendido a tener disposiciones, tampoco dieron ni un golpe en una pelea. Por lo tanto nacieron de pie y no se estrenaron nunca. Muriéndose nuevo y flamante.
Esos tienen su merito.
En cambio los otros que no pueden estar sin hacer nada porque el cuerpo le pide marcha y siempre tienen que tener las manos ocupadas y quemando adrenalina siempre en activo y ocupado con algo si parar y sin dejar de trabajar. Esos mueren de esa forma, porque ese fue su sino.
O sea que Nacieron para martillo y del cielo le cayeron los clavos.
Peor es que si además de estar siempre huye que te alcanzo y sin parar de trabajar.
No tiene autoestima y es de carácter blandengue. El bichejo de turno que está al acecho de estas personas. Lo hace picadillo y no contento con eso lo mete en escabeche y le saca hasta el tuétano y las ceras de los oídos. (Aunque parezca escandaloso: La vida es así). El que no hizo nunca nada pasa por listo y el que estuvo pringando toda su vida: por tonto.
FIN DEL CAPITULO 37º: EL ÚLTIMO LOBO DE SIERRA MORENA
DEL LIBRO AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
un saludo de DON PEDRO JUNIOR (CONTINUARA)

CAPITULO 31º MI PRIMER JORNAL.

CAPITULO 31º MI PRIMER JORNAL.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
De la capital de Sevilla vinieron unos hombres y pusieron una caldera grande de chapa de cobre y latón con tubos retorcidos; Allí montaron un alambique.
La instalaron cerca de la fuente Quino. La caldera la calentaban con troncos de encina y disponía de un sistema de serpentín que al hervir dejaba caer unas gotas o chorrito diminuto, dentro una garrafa y que serie la esencia de unas determinadas hierbas aromáticas que tantas proliferan por nuestra sierra y que después servirían para fabricar medicamentos caramelos y cosméticos etc.
Se trataban de hombres que aprovechando la época estival se disponían a ganarse unas perrillas. Uno de ellos me contaba: que él era el encargado de atender el fuego de la caldera y sus válvulas de seguridad, y que era operario de Maestranza Aérea de Tablada. Tenía varios hijos que criar y se veía obligado a ingeniárselas con algo extra; Porque el sueldo no era suficiente y por eso recurría a estas cosillas en el mes de vacaciones.
Aquello produjo un movimiento de todos los niños del pueblo. Que nos hizo lanzarnos al campo para traer cada uno nuestro haz o pequeño ramo (manojo) de poleo y de orégano, que después llevábamos hasta una casa del barrio nuevo y allí ha mediado de aquella calle cuesta arriba y en la acera de la derecha; hacían como que nos pesaban el manojo en una romana pequeña y nos pagaban dos reales por cada haz de poleo o de orégano que entregábamos. Con dos reales en el bolsillo. Era uno en el paseo: Capitán General con mando en Plaza.
Nosotros nos sentíamos muy orgullosos al ser nuestro primer dinero ganado y aun con ganas de coger más y más y hacer el manojo cada vez más grande. Pero en eso los que nos ganaban eran los expertos que vivían en aquel mismo barrio. Era imposible competir con ellos, puesto que estaban acostumbrados a búscalos y sabían donde se encontraban la mayor cantidad de estas hiervas.
No obstante mi amigo el Maqui no se quedaba atrás e insistía que tenía que coger más que ellos. Y yo le acompañe hasta cerca de Galaroza donde llegamos a coger otro buen haz de poleo.
Subimos de nuevo la calle arriba del barrio nuevo; Una cuesta arriba enfrente de donde está el molino de Severiano y seguían llegando chavales con más haces de poleo y orégano.
Me puse en la cola y entregue mi gran manojo de poleo que era el doble que había conseguido por la mañana. Muy diligentes me pesaron mi mercancía en la misma romana.
Cuál sería mi sorpresa que a la hora de cobrar por mi trabajo recibí la misma moneda con el agujero en medio, o sea los dos reales que por la mañana me habían dado.
Yo no dije nada, porque en aquella fecha ningún niño estaba autorizado a hacer ninguna reclamación de nada. Ni poner pegas. Ni nada que objetar al respecto. Y hasta creo que ningún mayor podía hacerlo. Todo era oír ver y callar. Y eso hice.
Pude observar que a los niños de aquel barrio aun trayendo menos cantidad que yo de poleo les daban hasta una peseta por cada manojo.
No era justo pero hasta mi amigo Maqui se vio favorecido de ello, y lo di por bien empleado todo lo que me estaba sucediendo. ¿A ver? ¡Otro remedio no tenia¡
Alguien dijo en una ocasión y yo lo vengo diciendo hasta cerca de 10 veces con esta: (Aquel que nace para martillo del cielo le caen los clavos).
Esto mismo también pasaba en el recreo de las Escuelas. Cuando se repartía la leche en polvo y el queso de bola amarillo que el Plan Marshall de la ayuda Americana realizaba por todos los pueblos de España a cambio de las prometidas bases aéreas, y siguiera Franco con el rechazo incondicional del comunismo. Y de la salida del vino fino de jerez que los Americanos llamaban Sherry y del Coñac que nosotros llamamos Brandy y que tantos brindis se veían hacer en las películas de Hollywood con nuestros buenos caldos.
Estos artículos iban a parar al Puerto de Santa María con dirección a la Base Aérea de Rota y de las exportaciones de materia prima como el aceite de oliva, las aceitunas de mesa del Ajarafe Sevillano y los minerales(lingotes de cobre) de las minas de Rio Tinto que salían por la exportadora del muelle almacén del ferrocarril en vía muerta; que ponía en la fachada del muelle de carga con letras grandes negras de molde Where House (almacén) en su fachada de la exportadora de Sevilla situada en Tabladilla junto a la Residencia de García Morato. Hoy en día llamado Hospital General que se conocía con el sobrenombre de “Corea” por la cantidad de accidentes laborales y muertes que sufrieron los desafortunados albañiles.
Por aquella fecha coincidían estos acontecimientos con la guerra de los americanos contra los comunistas de Corea del Norte y morían los soldados a millares diariamente.
Los americanos tenían el avión F86 Sabre o Súper Sabre y los coreanos el Mig 15 ruso.
A los niños mal nutridos del pueblo, pude observar en el recreo de las Escuelas que les dejaban repetir su ración de queso de bola de color amarillo y de leche en polvo.
Yo que era un hambrón también quería repetir; y me ponía de nuevo en la cola de los de la leche en polvo.
Cuando me veían el vaso y me miraban la cara; las buenas señoras que organizaban el cotarro. Me decían: Tu ya tienes bastante ¡jópo¡ (Expresión que quiere decir: fuera de aquí) o sea que me saliera de la fila y me vaya a freír espárragos o a pegarles pedos a una lata con agujero; porque me veían bien coloraditos los carrillos .(para todo hay que tener recomendaciones en esta vida) y de ahí el refrán que dice: (quien tiene padrino se bautiza). Total que; no me dejaban repetir mí vaso de leche en polvo. Alguien dijo en alguna ocasión: ! Este mundo es un pañuelo¡. ¡Al que le toque el moco; ¡va aviao¡. (Por no repetir lo del martillo y los clavos.)
Aquel vaso que yo tenía era de pasta (plástico) de aros concéntrico retractiles que me regalo mi tía Mercedes cuando vino de Sevilla a vernos, era un vaso que se plegaba y me lo metía en el bolsillo como si no tuviera nada y esperaba a mi amigo Maqui que con su bote (lata) de leche condensada La Lechera convertida en un jarrillo de lata con su asa, por su padre que sabia soldar con estaño. Ya la traía llena por segunda vez.
A mí no me gustaba el sabor que tenía el queso de bola amarillo, y se lo daba a mi amigo Maqui. Él no le hacía asco a nada.
El queso que me gustaba a mí era el que hacia mi Madre de la leche de cabras negra de Valdelacana.
Mi madre fabricaba un queso en la cocina de mi casa en Jabugo y cuando la leche se cuajaba salía un líquido de color verdecito que mi madre me daba en una tacita diluida en un poco de azúcar diciéndome tomate esto que está muy bueno. Que es la primera leche que da la cabra para su hijito.
Una vez subí al Tiro y me puse a merodear por allí. Llegue hasta la explanada del patio y vi como almorzaban abajo en el comedor los niños del Hogar de San Fernando de Sevilla. Ellos no me vieron a mí. Ni yo a ellos. Solo supuse que estaban comiendo por el ruido de platos y cucharas que de allí abajo salía.
Me tropecé con un bidón casi igual de alto que yo y era de cartón; cerrado con una brida metálica a todo el rededor de su tapa y con escrituras de letras de molde en ingles. Me entró mucha curiosidad de ver lo que había dentro.
Me dispuse a abrirlo y la brida cedió dando paso a que yo levantara la tapa.
Vi con asombro que había una bolsa de plástico trasparente llena de leche en polvo.
Yo no me lo pensé dos veces; Dije para mí: Esta es mi revancha; y cogí un puñado de aquel polvo me lo metí en la boca y empecé a tragarlo con tanta ansia, que por poco me asfixio. Porque se me fue por el otro agujero de la garganta.
Mientras tragaba; cerré rápidamente el bidón de cartón poniéndole el aro de brida.
Me fui sigilosamente por el camino de las moreras con dirección a la carretera. Como el que no había hecho nada.
No había trascurrido ni un minuto de iniciar la cuesta abajo del Tiro y de pronto me entro un retortijón de tripas que pinte de blanco y a pistola todo el asfaltado. Creando la línea continua medianera de aquella cuesta; sin apenas darme tiempo a quitarme los pantalones de tirantes de pana que llevaba.
Aquello creo que dio origen a la vulgar y popular frase internacional de: (“Y salió de allí cagando leche”).
Mi tía también me trajo un tintero de plástico (pasta) de color blanco y negro, que cuando lo llenaba de tinta, aunque se cayera o tumbara nunca se le salía la tinta al tintero.
Parecía un tintero mágico. Tenía la forma esférica y el color de un huevo de gallina blanco, aunque en su base era de color negro y algo aplanado para que se apoyara en el pupitre y quedara algo inclinada su boca cónica para poder introducir el plumier con su palillero.
La tinta la fabricábamos metiendo un pastilla redonda negra dentro de un bote con agua y mucho agitar, hasta convertir el agua en tinta china, las pastillas la vendían en la tienda de Salud.
Un día pasó por el cielo del pueblo por primera vez a la altura de la iglesia. Dos aviones españoles de combate modelo Súper Sabre F86 que eran a reacción y produjeron un ruido muy grande asustando a todo el pueblo por el ruido que salía de su tobera de escape que era una mezcla de la cámara de combustión y de los grandes rodamientos de su eje de turbina con sus alavés. Eran los aviones que nos fueron dando los americanos a nosotros y que procedían de los combates de Corea. Algunos venían con impactos de bala en el fuselaje de los MIG-15 rusos que eran pilotados por pilotos chinos.
Estos aviones juntos con el T-33 fueron los que nos renovaron a los españoles la tecnología aeronáutica paupérrima que teníamos desde la guerra. Y nos iniciaron en el motor de reacción. Diríamos que fueron los Seat 600 de la aviación moderna española, junto con el Saeta y Súper Saeta. De la Hispano Aviación Española. .
Antes de irse a Sevilla; mi tía con una amiga y el hombre que las traía en un Mercedes y que al parecer llevaba el asunto de las ambulancias en EL HOSPITAL CENTRAL de García Morato ; era un hombre alto y corpulento y creo que se llamaba de apellido Carrera; nos hizo en el corral de mi casa una foto de recuerdo y quedamos los siete retratados; sentados todos de mayor a menor a lo largo de un banco de madera que nos había fabricado mi padre.
Aquí mi padre me dio su bastón y me puso un viejo sombrero de paja que andaba por allí. Diciéndome: ¡Hala¡ ¡ heredas la jerarquía¡ y ¡Tu eres el patriarca¡
Ni tuve la jerarquía ni fui patriarca ni yo era policía ni tenía porra ni ná y tuve la misma autoridad que una cana en una calva. Y menos fuerza en el grupo que un remache de carne de membrillo.

Fin de CAPITULO 30º MI PRIMER JORNAL.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de DON PEDRO YUNIOR (CONTINUARA)

martes, 24 de agosto de 2010

CAPITULO 30º LOS TITIRITEROS QUE EN SU GIRAS PARARON EN EL PASEO Y NOS DELEITARON CON SU ESPECTACULO.

CAPITULO 30º LOS TITIRITEROS QUE EN SU GIRAS PARARON EN EL PASEO Y NOS DELEITARON CON SU ESPECTACULO.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Una familia de cómicos ambulantes montó enfrente de la telefónica y dentro del paseo su tinglado de titiriteros,
Cuando terminaron su actuación pasaron el platillo y todos los espectadores depositamos las pequeñas monedas en él, mi madre de antemano ya me había dado una moneda para ellos.
A mí; concretamente mi madre me dio dos perras chicas de cinco céntimos de peseta que eran de aluminio con un acuña miento de un guerrero montado a caballo a pleno galope y enarbolando su lanza con intención de ataque. Decían que era el Cid Campeador.
Yo sabía que mi amigo el Maqui no tenía ni un céntimo y le di una de las dos perras que yo tenía y cuando pasaron pidiendo con bandeja en mano por al lado de nosotros depositamos los dos juntos cada monedita en él platillo que traía una niña, y sonriendo nos dio las gracias. Y nos pusimos coloraos mirando para el suelo.
La actuación que más me gustó, fue la de la corrida de toros; Que se trataba de dos hombres metidos debajo de una tela negra muy bien caracterizada como si fuera un toro de los de verdad, con sus cuernos y su rabo que en ocasiones arremetía contra los espectadores provocando el pánico.
Después salió un torero que lidio al toro con pases naturales y de todo tipo; y al final llego la suerte de matar arreándole una estocada con una espada con hoja de goma que fulmino al toro al instante.
El torero recibió dos orejas y rabo y el toro la vuelta al ruedo y muchos aplausos del respetable público.
A la corrida no le falto ni un solo detalle y pudimos ver como el torero intervino apoteósicamente en cada uno de sus tercios.
También hubo canciones de coplas de folclóricas, algunos chascarrillos contados por un payaso. Todo igual que si estuviéramos viendo un gran circo pero en pequeñito.
Y el director o el padre de aquella familia nos amenizo con unos agradables solo de trompeta, que fueron fuertemente aplaudidos.
También se rifaron algunas muñecas; por el método de la baraja de cartas. Se vendían cartas pequeñitas de papel y luego una mano inocente cogía una carta de la baraja real. Y el que tuviera la carta de papel igual que la que habían cortado en la baraja real. Era el agraciado de la muñeca. De esta forma también sacaron algún dinerillo para, ayudarse en la gira.

FIN DEL CAPITULO 30º Los titiriteros que en su gira pararon en el paseo y nos deleitaron con su espectáculo.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de DON PEDRO YUNIOR (CONTINUARA)

viernes, 20 de agosto de 2010

CAPITULO 29º: LAS MARIPOSAS DEL EDIFICIO DEL TIRO

Subiendo una pequeña y a la vez empinada cuestas, se llega a la falda del gran edificio del Tiro Pichón que se le atribuye su construcción al insigne arquitecto Aníbal González.
Allí se dan cita todas las primaveras el nacimiento de muchas flores silvestres como las frondosas flores blanca de la biznaga que está compuesta por un robusto y largo tallo de más de 60 centímetros de largo y en su extremo superior un rosetón grande de unos 20 centímetros de diámetro compuesto de ramilletes de pequeñitas flores blancas; donde de esas florecillas; todas las mariposas de colores van a libar con su lengua retráctil y helicoidal; como si de un muelle de un reloj de pulsera se tratara.
De allí sacan el néctar o sabia de sus flores que le sirven de alimento.
Las mariposas las hay de muchos tamaños y colores. Unas son grandes y amarillas casi dorada con un lucero oscuro en cada ala; las cuales abren y cierran para llamar la atención a su compañero al mismo tiempo que emiten unas feromonas que les incita a la cúpula para su posterior reproducción.
Las que más me llaman la atención son las que tienen unas hermosísimas alas que le sobresalen un apéndice trasero en cada una de ellas como si fueran rabos o colas y que llegan a coger un grandísimo porte de muy bellos colores, no superado por ninguna otra.

Las hay también muy chiquititas con muchos puntitos azules y rosas y grises en las alas y que van a libar a una flor en forma de brochita pequeña de color azul como si fuera una réplica en miniatura de la brocha que usa Moisés el barbero en su barbería para afeitar a los hombres.
Y también nos revoloteaban por nuestras cabecitas; muchas mariposas blancas de la col.
A nosotros nos gustaba corretear entre las flores de las margaritas y biznagas y de las aulagas y del romero y de la jara y de los cardos borriquero; tratando de coger alguna, cosa que era muy difícil a no ser que dispusiéramos de un cazamariposas que nunca tuvimos; porque entre otras cosas no encontrábamos materia prima aparente para su fabricación. Pero después de pasado el tiempo me alegro de no haberlas cogido. Porque de que me hubiera servido. Yo no era un coleccionista de mariposas ni pensaba estudiarlas a fondo haciendo una texis doctoral de biologia.
Entonces lo mas sensato seria dejarlas volar como estaban y así no contribuir a su extincion. Para que sigan viendo y deleitándose de aquel maravilloso revuelo. todas las generaciones venideras.
No se pero me da la impresión de que. aquel espectáculo de torbellinos de colores y olores que es el más sensible indicador de un equilibrio biológico. De un extraordinario y excelente ecosistema.
Me apena mucho el pensar que después de más de cincuenta años; Aquello ya no exista. Porque se haya modificado el terreno y no tenga el mismo aspecto tan sano y bueno que gozaba y que yo tanto disfrutaba en aquel medio ambiente de mí pueblo.
¡Decidme¡: ¿Se ha perdido aquello que yo con mis ojitos de niño vi?.
Por favor no me digáis que ya no hay nada parecido.
Un saludo de DON PEDRO YUNIOR (CONTINUARA)

miércoles, 18 de agosto de 2010

CAPITULO 28º: EL LOCO QUE DABA VUELTAS EN EL TIRO, EN CALZONCILLOS BLANCOS.

CAPITULO 28º: EL LOCO QUE DABA VUELTAS EN EL TIRO, EN CALZONCILLOS BLANCOS.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950
Un buen día a la hora del recreo en el patio de las escuelas. Un niño nos llamo la atención diciendo: ¡mirad hay un loco en el Tiro dando vueltas en calzoncillo blanco¡ ¡Allí¡ en el campo de futbol. Mira va corriendo de portería a portería: De gol norte a gol sur por todas las bandas.
Dejamos de jugar todos y nos pusimos expectante apoyados a la baranda y mirando con dirección al Tiro Pichón.
Todos vimos por entre la pingorota de los castañares al hombre que aparecía y desaparecía en aquella explanada donde un día estuvo de paso el Gran Circo Prince que tanto nos maravilló.
El hombre iba corriendo dando vueltas y más vueltas, hasta que salió Don Francisco alentados por tanta expectación y jaleo. Y nos dijo:
¡Qué pasa¡ ¿Qué es lo que miráis?
¡Mire Don Francisco! hay un loco en calzoncillo blanco; en el tiro dando vueltas¡
¡No niños¡ Ese no es un loco en calzoncillos sino que se trata de un hombre que hace ejercicios físico con sus calzonas de deportes blanca, para ejercitar y desentumecer los músculos manteniendo el cuerpo en perfecto estado y poder jugar el domingo al fútbol con su equipo.
Posiblemente se trate de Esnaola o Rogelio del Real Betis balompié; que está pasando una temporada de verano aquí en el edificio del Tiro. Invitado por los padres salesianos del Hogar de San Fernando de Sevilla.
O a lo mejor se está curando de una convalecencia de alguna afección de pulmón que haya cogido y los médicos le ha mandado que venga a respirar el oxigeno puro que tiene el aire de nuestra sierra.
Todos quedamos enterado de que aquel futbolista solitario del Real Betis estaba entrenándose. Pero que nosotros no sabíamos el significado de aquella palabra.

Al entrar en clase se dirige Don Francisco a mí y me dice: ¡Antonio Pedro coge este cenicero y tíralo¡.
Don Francisco fumaba más que un carretero. No había terminado un cigarro cuando empezaba otro.
El cenicero estaba llenito de colillas de cigarros que el liaba y que se trataba de la marca de Cardo Gallina. De cada cigarro que traía el paquete. El sacaba dos liándolos más finitos.
Yo cogí lo que aquello no se parecía un cenicero nada más que por las cenizas y colillas que rebosaban. Porque realmente se trataba de una tapadera de una lata de un bote de cartón de leche en polvo llamada Pelargon que tomaban los niños recién nacidos.
Procurando que no se callera ninguna colilla al suelo de la clase me dirigí al patio del recreo con tan semejante carga.
Al llegar junto a la barandilla que miraba a la Yutera. Le di un giro en el aire al cenicero que fue a caer cerca de mis dominios en le Bacie de la calleja.
Cuando volví a clase me senté en mi pupitre y me dice Don Francisco:
¡Antonio Pedro¡: ¿ y el cenicero?
¿Po… no me ha dicho Usted que lo tire? ¡Po… lo he tirado¡.
¡Anda¡ ¡Anda¡ ve a por la tapadera y me lo pones aquí . Encima de la mesa sin colillas.
Cuando volví con la tapadera ya limpita y se la puse en su mesa. Se queda mirándome las rodillas y me dice: ¿Qué es eso tan feo que tienes en la rodilla?
Que el Falino me ha dicho; cuando me caí esta mañana por la cuesta abajo que me pusiera la tela tupida de araña blanca de los agujeros de la tapia. Porque dice que, con eso; se me cura pronto las herida.
¡Anda¡ ¡Anda¡ vete corriendo al dispensario del ayuntamiento donde está tu madre y que te cure esas rodillas. Que ella sabe cómo hacerlo. ¡Vamos rápido¡ antes que se te infecte y te tengan que cortar la pierna.
FIN DEL CAPITULO 28º: EL LOCO QUE DABA VUELTAS EN EL TIRO EN CALZONCILLOS BLANCOS.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950
Un saludo de DON PEDRO YUNIOR (CONTINUARA)

martes, 17 de agosto de 2010

CAPITULO 27º: LA GUARRA Y SUS OCHO COCHINILLOS.

CAPITULO 27º: LA GUARRA Y SUS OCHO COCHINILLOS.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950
En frente o a 4 metros de la gran cruz de los caídos y en una calle cuesta abajo que va hacia a la casa de hortensia la del pan; que además confeccionaba muy bien las camisas blancas.
Allí cerca o en frente de Hortensia. Vivía en una casita muy chica el sevillano con su prole. Y desde la calle pude verle sentado en una silla calentando con el calor de una chimenea a una de sus hijitas. Encima de su cabeza en el cercano techo tenía una tela metálica que se veían las poquitas castañas que se convertirían pronto, con el calor de la chimenea en castañas pilongas, que le servían de su poca despensa.
Aquella cruz de los Caídos tan grande; fabricada de madera de castaño y pintada de negro que presidía un manojo de cinco flechas con su yugo indicando que era por los caídos del bando ganador y simuladamente olvidarse del bando perdedor.
El día que se conmemoraba la muerte de José Antonio Primo de Rivera se cantaba el himno del cara al sol y los del otro bando no veían bien esa exclusividad y algunos refunfuñaban.
Justo en aquel sitio del porche de la iglesia donde caían los polluelos culones de cigüeña llamados cigueñinos; Caían de sus nidos construido en una enorme plataforma construidas por sus padres con aporte de ramitas de leña y demás cosas que encontraban.
Al irse descomponiendo esas crías muertas; olían muy mal cuando pasabas por alrededor de aquel porche.
También por las noches se escuchaba el canto de las lechuzas que decían se “tomaban” el aceite que tenían las palmatorias de los santos en la iglesia.
Pegado a dicha cruz. Había una casa de esquina que vivía un hombre que solo tenía hijas mayores, pero que se notaba que era una persona sanota y buena porque una vez que pasamos con mi madre, nos dijo: pasad chicos: os voy a enseñar una cosa que os va a maravillar y nos llevo a mis hermanas y a mí a ver en el sótano de la casa a una guarra ibérica muy grande. Mi madre se quedo arriba hablando con sus hijas que al parecer eran mayorcitas y estudiaban bachillerato o se estaban preparando para magisterio.
La guarra se encontraba echada a todo lo largo sobre paja seca y se veía que estaba amamantando a sus ocho hijos recién nacidos. Que se afanaban por chupar cada uno de su teta. La imagen que daba aquello; era de mucha ternura y el hombre tranquilizando a la madre con suaves palabras y caricias; cogió a dos lechones y nos lo puso entre nuestras manos. La guarra madre era tan buena que ni se inmuto.
El tacto que sentíamos al tocar aquellos indefensos y ciegos animalitos fue como si tocásemos la piel de una persona; al menos así parecía el tacto. Pero con el añadido de ser una criatura tan chica que imploraba ternura.
El hombre se veía que estaba satisfecho con sus animales y con la acción de enseñarnos aquel acontecimiento que no se nos olvidara mientras vivamos.
Aquí nada más que cabe ahora entonar una estrofa del grupo Harcha ; que dice más o menos así:
Pero yo solo he visto gente muy diferente que da la cara. Gente que solo quieren vivir en paz y contento y ser felices. La gente de mi pueblo es gente abierta, sana, buena, amable y hospitalaria.
La gente de la gran metrópoli dicen que los pueblos serrano son gente cateta y cerrada y son huraños y muy raros porque están aislados en la montaña y desconfían del forastero, como si todo el que hubiera ido allí les hubiera engañado o te interpretan un gesto que en la capital no tiene importancia ninguna y allí en los pueblos te juzgan con el sacrificio de la Santa Inquisición. y no quieren que se amplíen la carretera que tienen acceso a sus pueblos para que no venga nadie y solo quieren controlar a los písanos suyos que ya conocen. Rechazando el progreso que les pueda traer la apertura al exterior, puesto que se construyen más viviendas, vienen más gente que evitan la endogamia y al moverse el dinero tienen más actividad y ocupación los artesanos y profesionales como son todos los oficios, por consiguiente más empleo y mas prosperidad a cambio de la cerrada intimidad y mezquindad.
Pero mi pueblo a pesar de su aislamiento no es mezquino es todo lo contrario. Es abierto amable y cuando consigue una amistad es para toda la vida.
En un verano que regrese a mi pueblo después de tanto tiempo, la gente quería asociarme con alguien y trataban de buscarme parentescos bien por mis andares por mi forma de desenvolverme. Me dispuse a entrar dentro del casino y llegue hasta la barra donde mi difunto padre debió conocer muy bien.
Aquel casino era el mismo que yo vi antaño, pero ya no estaban las señoras recatadas y los señoritos andaluces que lo ocupaban hacen cincuenta años sino que había sufrido una metamorfosis y se había transformado convirtiéndose en todo el mundo igual. Predominando la sociedad media que cumple honradamente con sus obligaciones y sus impuestos de ciudadano democrático.
Uno de Galaroza me dijo, hace poco tiempo: Jabugo es un pueblo Prospero y que llegas un día cualquiera a las diez y media u once de la noche y no hay ni un bar abierto y que todo el mundo está en sus casas descansando para madrugar al día siguiente y acudir presto a su empresa con chimeneas echando humo que son precisamente las que levantan un país.
El ultimo día que estuve en el pueblo. Salí al paseo y me senté en un banco de fundición de hierro de los que yo recordaba jugando a meter por sus agujeros los palillos higiénicos usados (entre comillas), que encontrábamos en el suelo de la barra de los bares. Y estando allí sentado frente a la casa consistorial se me acerca una cara algo conocida. Pero que no sabía poner en pie y se sienta al lado mío. Cuando llevábamos un buen rato callados; quise romper el hielo iniciando una conversación. Y le dije: yo he nacido hace 55años en los altos de aquella casa donde estaba un letrero que ponía EL BARATO.
Yo le señalaba con el dedo índice hacia el comienzo de la calle la fuente.
El hombre se quedo asustado sin saber que decirme y continué dándole pistas. Proseguí diciéndole: Mi padre era el dueño del la bodeguita el Zampuzo en aquellos años 40 que estaba detrás de donde yo te señalo con el dedo y mi madre tenía un dispensario de practicante frente a la bodeguita de mi padre. Se pude decir que era en el numero uno o dos de la calle la fuente. Ahí se conocieron y se casaron naciendo yo un año después de la boda. Que por cierto fueron a Madrid en viaje de boda. Y vieron el Museo del Prado.
Mi padre se llamaba Antonio Sánchez García y mi madre Dª Ángeles Domínguez Plaza matrona enfermera y practicante oficial del este pueblo.
El hombre no sabía que decirme y hubo un gran silencio por parte de él. Hasta que se dispone a hablar y solo se le ocurrió responderme diciendo: ¿y tú no me conoces a mí?
Pues la verdad no te conozco.
Le sentaría tan mal aquella respuesta que se levanto dio media vuelta y se fue dejándome donde me encontró.
Nuca supe quien fue aquel hombre, aunque su cara me sonara de 50 años antes.
Esto que fue cierto lo cuento aquí para hacer resaltar. Que en estos pueblos hay que tener mucho tacto y cuidado porque cualquier gesto o palabra o mirada puede ser mal intencionada y provocar la cólera o enfado de estos tranquilos nobles y pacíficos provincianos.
FIN DEL CAPITULO 27º: LA GUARRA Y SUS OCHO COCHINILLOS.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950
Un saludo de Don Pedro Junior (continuara)

domingo, 15 de agosto de 2010

CAPITULO 26º: LA ROMERIA DE LA VIRGEN DE ALAJAR

CAPITULO 26º: LA ROMERIA DE LA VIRGEN DE ALAJAR
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950
Esta Romería tiene lugar en la peña de Arias Montano en Alájar, pueblecito muy cerquita del mío. El día 9 de septiembre.
Mi madre se llama Mª de los Ángeles en honor a esta Virgen; que tiene muchos devotos en toda la sierra de Huelva.
Mi padre ese día les ponía la albarda a las dos bestias que había en mi casa La borrica y una yegua blanca y me llevaba a la romería montado en la yegua y mi madre en la burra con mi hermana Laura.
Hacia allí, nos dirigíamos muchos peregrinos de todos los pueblos limítrofes por camino senderos carreteras y veredas, unos a pie y otros en bestias y al llegar al lugar cada uno acampaba buscando la sombra de aquellos frondosos y centenarios pinos piñoneros. Donde mi padre tendía una manta y sacaba los víveres compuesto por toda una serie de ricos manjares relacionado con la salazón de las carnes del cerdo ibérico de bellota y los huevos duros que nos proporcionaba las cinco gallinas que tenía mi madre en el gallinero y que alguna era fruto de regalos o dádivas que recibía de gente agradecida por los servicios en el consultorio, o en mi propia casa otras se las daban a Don José el médico y si él no la quería se las daba a mi madre que le hacía mucha ilusión.
Recuerdo en una ocasión. Que vino una madre con su hijo: un joven mozo. Que traía un enorme bulto en la parte de atrás del cuello y le pedía a mi madre que le curase a su hijo. Mi madre los llevo al corrar y allí tenia ella sembrada una planta de Aloe Vera. Cortando una hoja; la peló y se la puso con una gasa liada en forma de apósito sobre el bulto o grano. Diciéndole: pasado mañana habrán salido el pus del grano y estará curado.
Estos gestos eran motivo de agradecimiento.
Este tipo de cosas era muy normal en aquellos tiempos en que se escaseaba de todo y al no haber tanto dinero los agradecimientos se pagaban en especies. (Quien no es agradecido no es bien nacido). Hay que recordar que la tuberculosis era muy común y campaba por sus anchas en la gente pobre y no pobre. Aunque más se cebaba en los pobres que tenían una alimentación escasa y poco sana con escasez de proteínas y vitaminas.
La pandemia no hacia distinción de clases y los antibióticos o (penicilina) era tan escasa que había que adquirirla en el estraperlo era el único medicamento que curaba los cortes infectados y mi madre regalaba en el consultorio a sus pacientes el jabón que fabricaba en mi casa con el aceite de oliva del olivar del Puerto y decía que lo mejor que hay para las heridas es lavarlas con ese jabón aunque después pusiera apoditos vendajes y yodo.
En una fiambrera de aluminio se transportaba la tortilla campera los filetes empanado y queso de cabra fabricado por mi madre de la leche que nos traía mi padre de sus tres cabras mansas de piel negra y los dulces o rosetones rosquillas y pestiños que también fabricaba mi madre y que embadurnaba con abundante miel que procedían de las 3 colmenas cilíndricas de corcho que estaban en la finca de Valdelacana.
En un seno del serón traía mi padre una sandia grandísima entrelarga con rayas verdes y blancas como la camiseta del Real Betis y melocotones amarillos y blancos con tonos rosado que les llamaban abridores, porque se abrían con un simple giro de las dos manos y dejaban al descubierto el hueso o semilla que se cubría con un tono rojo de hebras de la misma sabrosa pulpa del melocotón y también un hibrido de este melocotón con ciruela negra y que allí se le llamaba albérchigo pero que en Sevilla recibe el nombre de nectarina. Todas estas riquísimas frutas habían sido regadas por las claras aguas del río carabaña y cultivadas por mi padre en su finca de Repilao. El sabor de aquella sandia y aquel melocotón amarillo. Aun la impronta de mi celebro y mis papilas gustativas quieren después de 50 años degustar e imaginarse en el paladar, el dulzor que nuca más pude repetir en todos estos largos años. Probablemente debió de perderse la simiente para siempre o simplemente el modo de cultivarse fue cambiando y degenerando en otra fruta insulsa totalmente diferente o quizás es que todos los cinco sentidos del cuerpo humano se degeneran con el paso del tiempo perdiendo paulatinamente las facultades para lo que fueron creados. No lo sé creo que es un compendio de todo lo que he dicho.
Las Campañas de la espadaña de la ermita de la Peña de Los Ángeles no dejaban de dar vueltas y tocar llamando a los fieles peregrinos a misa, y lo que más me llamaba la atención de aquella hernita era un cuarto oscuro; solo iluminado por las luces que desprende las llamas de las muchas velas que allí se consumían. El cuarto estaba a la derecha del altar y que contenía expuestas y colgadas en la pared toda una serie de figuras que me daban miedo contemplarlas porque eran las llamadas jaculatorias que los fieles devotos dejaban allí colgadas en memoria de alguna enfermedad que la virgen le había curado, se veían pequeñitos estomago piernas pulmones brazos manos pies fabricados de cera; bastones y muletas y más cosas que a un niño como yo; le producían miedo y asombro.
En una cantina que había en la explanada donde acampamos y muy cerca de donde brotaba del suelo un agua riquísima fresquísima y cristalina había una gigantesca y poderosa águila real en el suelo esposada por las enormes garras con una larga cadena; que no dejaba de mirarme con aquellos dos grandes ojos amarillos, su altura era tan grande como la mía y mirando sus grandes garras me imaginaba que podría cogerme levantarme y llevarme volando por el cielo hasta su nido para devorarme y ser alimento de sus hijos.
Mi madre me llevo a una cueva que había debajo de los cimientos de la ermita y me fue contando que en aquellas bóvedas naturales de la cueva se había quedado a vivir sus últimos años de vida un consejero confesor del rey Felipe II hace mas de 400 años y que se hizo sibarita y ermitaño de aquel sitio prefiriendo pasar el resto de su vida meditando. Su nombre era Benito Arias Montano (1527-1598) humanista y teólogo Fundó una Cátedra de Latinidad en Aracena y dirigió la edición de la Biblia Políglota de Amberes.
FIN DEL CAPITULO 26º: LA ROMERIA DE LA VIRGEN DE ALAJAR
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950 (CONTINUARA) Un saludo de DON PEDRO JUNIOR.

CAPITULO 25º: EL DIA DEL BOLLO EN JABUGO

CAPITULO 25º: EL DIA DEL BOLLO EN JABUGO
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950
El día del bollo es una tradición antiquísima que podría proceder de los leoneses o asturianos que repoblaron estas tierras allá por la RECONQUISTA y que se celebra el domingo de resurrección.
Consiste en una comida campestre a modo de pigning americano y que el elemento central es un bollo en forma de rosca elaborado con matalahúga y con un huevo duro que se cuece al ser horneado junto al bollo y queda con su cascara incrustado en el centro.
Mi padre ese día nos llevaba al puerto. Nombre que recibía el pequeño olivar que heredó de sus tíos y allí pasábamos un hermoso día con una manta tendida en las hierbas sobre aquel suelo verde y muy cerca de la carretera que va hacia el pequeño pueblo del Castaño y Alajar.
De fondo se escuchaban los primeros grillos de la primavera que con sus canticos tratan de decirles a sus congéneres que es allí junto a su agujero, donde está su territorio y que no se acerquen porque habrá pelea territorial.
También con esos cantos llaman a las hembras para que vengan a aparearse y con ello perpetuar la especie.
Los demás grupos de personas formando conjuntos de familia, no estaban muy separados de nosotros, se situaban al otro lado de la carretera, con cánticos y buena pitanza. Aquel era un gran día para todo el pueblo.
El olivar que mi padre en vida no quiso vender. Se lo vendió mi Madre a Luís el municipal por cien mil pesetas de las de antes. Una vez muerto mi Padre; Luis no quedó muy conforme con esta venta porque el testamento que dejo mi Padre no decía nada de que su esposa enajenase nada de lo que él no se quiso desprender en vida; Y le quedaba a Luís el municipal la duda de que si alguno de los 7 hijos de Don pedro quisieran reclamar algo el día de mañana; pudiendo existir pleitos y problemas. Cosa que nunca estuvo en nuestro ánimo de hacer, puesto que todo lo que hizo mi madre lo dimos por bien hecho y empleado y todas las decisiones suyas fueron rigurosamente respetadas y así quedara para siempre. Puesto que mi pobre Madre vivió solo y exclusivamente: Dedicándose a una entrega total en pro de sus hijos y nietos.
Hay que señalar que por aquella fecha no se le estaba permitido a ninguna mujer hacer transacciones de dinero de ningún tipo. Y es mas la mujer que manejara algún fajo de dinero, gozaba de muy mala fama porque se le criticaba como fulana o prestamista.
El único ser supremo en la selva era el León y en los humanos. El hombre.
Él era el único ser que traía y podía manejar el dinero, y en caso de fallecimiento de este. El albacea testamentario.
En el caso nuestro. Mis padres escogieron a un Alférez de los que se llamaban Provisionales de Franco y que habría estudiado algo de Bachillerato en la Republica o quizás hasta hubiera hecho la licenciatura en Leyes pero sin ejercer.
Mi Padre después de escuchar a muchos candidatos que necesitaban dinero calentito. Porque los banco les habían hecho bastantes hipotecas; no pudiendo responder a los pagos de sus préstamos. Siendo ellos conocedores de los apercibimientos de embargo de sus tierras. Buscaban el dinero de Don Pedro que acababa de recibir de la venta de Valdelacana que fueron por un millón y setecientas mil pesetas.
Mis padres se decidieron; Escogiendo de albacea testamentario a este señor; cuyo nombre voy a callar para no herir susceptibilidades que según me contaba mi pobre Madre le costó mucho trabajo conseguir que este buen señor le devolviera sus dinero mensual que le estaba asignado para poder dar de comer a sus siete hijos.
Según él decía argumentando: Que el dinero lo tenía a buen recaudo en inversiones en los Bancos a los cuales les costaba mucho trabajo soltar los intereses y no tenían dinero para dar.
Creo que esto de los dineros siempre ha sido y será igual. Son muy pocos los que manejando la miel no se chupan los dedos.
E incluso en una ocasión le oí decir a mi pobre Madre al respecto: Que al final y después de tanto esfuerzo en pedirle lo que era suyo y que recibía por cuenta gotas del citado Testaferro. Se quedó el buen Señor con algún dinero por entregar. Poniendo por escusa: ¡Doña Ángeles¡ Yo ya no soy yo, sino mis circunstancias y es mi mujer la que dispone de los dineros, y que él ya no mandaba ni podía hacer nada.
Mi pobre Madre que no era amiga de los pleitos tan solo se conformo con contárselo al párroco de la Iglesia de La Concepción. En La Gran Plaza de Sevilla. Y el cura le respondió. Hija mía: ¡El Hombre es bueno hasta que deja de serlo¡
Mi Madre me lo contó un día de una forma confidencial y hoy hago saber aquí.
Y digo más: De los muertos solo se debe de decir la verdad. Porque entre otras cosas no están aquí para defenderse. Y esto que os pongo no es nada más que la pura verdad.
Que cierro con la frase que el cura le dijo a mi pobre Madre. Con la única y sola intención de que alguien la coja y le sirva de aviso. y no tropiece en esta piedra

FIN DELCAPITULO 25º: EL DIA DEL BOLLO EN JABUGO
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
UN SALUDO DE DON PEDRO JUNIOR (continuara)

jueves, 12 de agosto de 2010

CAPITULO 24º: LA PRIMERA TELEVISION QUE LLEGO A JABUGO

CAPITULO 24º: LA PRIMERA TELEVISION QUE LLEGO A JABUGO
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950

La primera televisión que yo vi. Fue en cuclillas a través de una ventana agarrado a los barrotes de una reja andaluza que estaba situada en una de las grandes casas solariegas enfrente de la farmacia del licenciado o farmacéutico Mota a la mitad de la calle la fuente.

Allí nos apiñábamos unas ocho o diez personas para poder ver el primer receptor de las hondas televisivas españolas y que solo había un canal de TVE.
Aquel día pudimos ver poca cosa porque entre esas cosas. En la pantalla de aquella televisión que gentilmente nos la puso orientada hacia la calle donde nosotros estábamos. Solo pudimos ver unas cuantas de rayas que subían y bajaban sobre unas imágenes confusas en blanco y negro y algo borrosas.
El espectáculo no dejaba de admirarnos. Porque sabíamos que en ese mismo instante veíamos lo que hacían la gente que estaban a muchos cientos de kilómetros de distancia de donde nosotros estábamos.
Esto ocurría en el último cuarto de la década de los cincuenta.
En aquella pantalla alguien con micrófono en mano y como antes os dije se esforzaba en decirnos algo de aquel magnifico invento. Que como niños que éramos no comprendíamos.
Más tarde en Sevilla pude ve en el Bar de Carmelo de la calle Central en la Ciudad Jardín Calle Alfonso doce a la altura del Bar Blandino. Los primeros episodios de las series americanas: la Patrulla de Caminos, con aquellos coches de policía que horrorizados veíamos como se destrozaban por tratar de coger el Cheriz a los hombres malos que huían cuando cometían un delito. Bonanza. El manco. El Virginiano y La perrita Marilin.
FIN DELCAPITULO 24º: : LA PRIMERA TELEVISION QUE LLEGO A JABUGO
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
UN SALUDO DE DON PEDRO JUNIOR (continuara)

domingo, 8 de agosto de 2010

CAPITULO 23º: EL GRAN CIRCO PRINCE QUE HIZO SU ESTANCIA EN MI PUEBLO

CAPITULO 23º: EL GRAN CIRCO PRINCE QUE HIZO SU ESTANCIA EN MI PUEBLO
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950
Por aquellas fechas se le ocurrió al gran Circo Princes que venía de la vecina Portugal; en una de sus giras hacer una parada en mi pueblo; que para todos los niños nos vino muy bien tal acontecimiento.
La lona o carpa la pusieron en la explanada que dejaba el campo de fútbol situado bajo del edificio del Tiro; edificio que es de propiedad del ayuntamiento de Sevilla.
El nombre del Tiro le vino al gran edificio por ser el lugar donde tenía una cancha del tiro al plato y que algunos gustaban de hacer tiradas competitivas ejercitando la puntería los socios del Casino Central que disponían de licencia para tener escopetas. Mi padre era uno de ellos y le gustaba ese deporte olímpico.
Él solito se recargaba sus cartuchos; también practico alguna vez el tiro al plato en aquel majestuoso sitio.
Este grandioso edificio construido de piedras y ladrillo. Se hizo bajo las instrucciones y jurisdicción de un gran arquitecto Sevillano llamado Aníbal González.
Mi padre también intervino como albañil en la construcción de la torre. Al igual que todo el pueblo y otros limítrofes. y comento en una ocasión que salvo a un compañero que trabajaba con el en el andamio, de caer al vacío y despeñarse al sujetarlo por los hondillos y evitar una tragedia en el pueblo.
Allí en aquella gran explanada empezaron dos hombres a dar golpes con un ritmo simultáneo y con mazas de acero de cinco kilos sobre el gran clavo que tenía grandes rebabas en la cabeza.
Sobre esos grandes clavos sujetarían la gran lona que daría cobijo durante unas horas a todos los espectadores que vieran el espectáculo.
El gran circo tenía muchas clases de fieras, que al acercarte a las jaulas tenían un fuerte olor muy desagradable que te entraba por la nariz y te echaba para atrás: había tigres leones jaguares leopardos panteras negras y de todas las clases hasta la famosa y en fase de extinción: La panteras de las nieves con un hermoso rabo largo muy peludo y tiene su origen en Asia .en Cachemira o en los grandes picos del Himalaya en el Caracorun, donde están los bueyes almizcleros los ocho grandes picos de ocho mil metros de altura que remontara por primera vez el inglés Hilary junto con un sherpa del lugar que no me acuerdo como se llamaba; Creo que era algo así como Francis Hotman. Pero claro este se le oye mucho menos que Hilary a pesar de llevar la carga mas pesada de la espedicion.Pero ya se sabe: El que nace para martillo del cielo le caen los clavos.

También tenían elefantes, estos estaban metidos en un vagón y sacaban sus largas trompas por entre las rejas de una ventana de unos cuatro barrotes pidiéndonos algo de comer, nosotros no lo pensamos dos veces y le dábamos castañas que estaban por todas partes del suelo de aquel hermoso castañal y que depositabamos en el estremo de su trompa.Nos maravillaba ver aquella nariz prensil tan versátil con sus miles de musculos que succionaba las castañas que le poníamos en la punta de la nariz y se las comían con mucho apetito, de vez en cuando les alternábamos algún erizo sin sacarle las castañas o una pequeña piedra redonda que por alli se llaman chinas y que son parecida a una castaña.
el animal cuando se daba cuenta del engaño. con un fuerte resoplido nos lo enviaban sobre nuestros cuerpos a gran velocidad, que teníamos que estar atento, porque de lo contrario al que le diera le fastidiaba un buen rato, estos animales de tonto no tenían nada.

El alimento de las fieras era de una manera diferente. Los elefantes son herbívoros y las fieras carnívoras.
Me dijo mi amigo el Maqui que había visto muchos arrieros de todos los pueblos limítrofes traer a sus mulos y burros viejos algunos cojeaban y se les señalaban los huesos de los costillares y tenían las orejas caídas del peso de los años porque el dueño del circo se los pagaban a buen precio. La zona de Aracena y los picos de Aroche se quedo sin bestias viejas y las fieras se la comieron todas.
Luego me siguió contando que desde lejos pudo ver como uno de los empleados del circo les clavaba un enorme cuchillo por entre las dos paletillas y caían al suelo desangrados, donde poco después eran descuartizados y llevadas las piezas de carne con un carrillo de mano a las jaulas de las fieras hambrientas donde se las daban con un gran tenedor de mango largo por entre los barrotes.

Este espectáculo del sacrificio de los burros me lo perdí yo; cosa rara porque me gustaba meterme en todos estos berenjenales, pero quizás en ese mismo instante estaría haciendo alguna otra cosa.

Cuando ya estuvo todo montado vinieron las actuaciones y empezaron las funciones, mi padre compro unas localidades y allí vimos el espectáculo: Los osos amaestrados los monos y gorilas con sus gracias los payasos con sus chascarrillos los trapecistas el domador de fieras y toda una serie de actuaciones espectaculares que a al verlas por primera vez nos maravilló y sorprendió a todos los que allí estuvimos.

Después de dejar sin burros a Jabugo, levantaron el circo y se fueron con dirección a otra parte.
FIN DELCAPITULO 23º: EL GRAN CIRCO PRINCES QUE HIZO SU ESTANCIA EN MI PUEBLO
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
UN SALUDO DE DON PEDRO JUNIOR (continuara)

sábado, 7 de agosto de 2010

CAPITULO 2º LA AUTOPSIA DEL NIÑO AHOGADO EN LA RIVERA DEL CASTAÑO. DEL LIBRO: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO EN EL 1950

No me publican mis escritos
PUBLICADO EL DIA 24/04/2010
CAPITULO 2º LA AUTOPSIA DEL NIÑO AHOGADO EN LA RIVERA DEL CASTAÑO. DEL LIBRO: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO EN EL 1950

Luego vino la autopsia del niño. Practicada por el médico forense y varios más también entre ellos don José el médico de Jabugo que trabajaba en el dispensario de Jabugo. Todos vestían bata blanca realizaron sus actuaciones en una habitación muy pequeña que tenía el cementerio cerca de la reja de entrada.
Mi madre que era practicante y matrona del pueblo no recuerdo haberla visto allí. Porque de haber sido así no me hubiera atrevido ni acercarme al quicio de la puerta.
Allí estuve yo merodeando entre muchos curiosos; Como siempre el más osado, que con el arrojo que me caracterizaba y que iba cada vez en aumento por tener gran pasión hacia las emociones fuertes, (todo en esta vida es cuestión de ejercitarlo), Con este comportamiento o actitud me hacia distinguirme de los niños de mi generación.
Tan pronto me veías jugando con niños de la sociedad alta como con el más humilde del pueblo.
Siempre me he llevado bien con todos. Porque me conducía bien con ellos.
Esa postura era difícil llevarla a cabo pero yo la ponía en práctica y todos me admitían.
Confieso que para mí era y es muy fácil hacerlo y te aseguro que llegas aprender mucho de todos.
Allí estaba yo cerca de la entrada husmeando queriendo enterarme de que le hacían al pobre y des afortunado niño ahogado.

Ni que decir tiene que no me encontraba dentro con los facultativos, indudablemente a un mocoso de 6 o 8 años era evidente que no le dejaran entrar a curiosear. (Menudo guantazo se hubiera llevado en aquellas fechas)

Aunque ya de antemano sabíamos más o menos por los rumores que corrían de unos a otros. En qué consistía la autopsia y precisamente por ello me llamaba mas la curiosidad y escurriéndome como una anguila logre llegar cerca de la entrada donde me quede en cuclillas al lado de la puerta, queriendo ver algo por entre las bisagras y solo pude escuchar los golpes de martillo que aún resuenan en mi mente y luego después al no poder ver nada entre tanta bata blanca, la imaginación puso todo el resto.
Fin del Capitulo 2º LA AUTOPSIA DEL NIÑO AHOGADO EN LA RIVERA DEL CASTAÑO. DEL LIBRO: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO EN EL 1950
UN SALUDO DE DON PEDRO JUNIOR (CONTINUARA)

jueves, 5 de agosto de 2010

CAPITULO 22º: (SEGUNDA PARTE) de El internado de los Salesianos de la Santísima Trinidad.

CAPITULO 22º: (SEGUNDA PARTE) de El internado de los Salesianos de la Santísima Trinidad.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO EN 1950
Hay que destacar que por aquel entonces Sevilla era una gran ciudad muy comercial e industrial y faltaba mucho para que llegase el Preta Porte de las grandes superficies comerciales como Ecoru, Ecobol el Prica el Corte Ingles, Carreful. Etc. Y todos los propietarios de todas las tiendas del centro de Sevilla y directores de fábricas y los hijos de grandes familias ilustres de la Sevilla del Centro o militares con graduación superior, vivían en buena situación económica, y querían que sus hijos fueran a buenos colegios.
Con esto de la vestimenta y compostura de las chachas (marmotas) había hasta rivalidad entre las grandes casas para ver quien en la Plaza Nueva venia con mejor o peor porte o vestimenta y las niñas o niños con los mejores trapitos, siempre iban como un palmito de blanco inmaculado y bien planchado. Solían salir las vecinas a la misma hora a los balcones para ver el desfile y comparar como iban ese día las chachas o (marmotas) de cada casa y admirar como llevaban a las niñas a la plaza nueva o a la Gavidia o la plaza de San Lorenzo. Susurraban desde los balcones diciendo: (Mira esas son las hijas de Don fulano y estas otras son las de don citano) ¡OH ¡que guapas! ¡Qué bien van hoy!
Estas criadas estaban encantada de servir en casas de familia tan distinguidas y honorables y educadas y se sentían vinculadas a la casa de tal forma que allí mismo se vestían de blanco para el casamiento con un buen regalo de boda. También es cierto que algunas recibían una patada en el talle por ser menos discretas y tener esperando tres o cuatro novios en la puerta de la calle, por aquel entonces había que andar con mucho tacto por el temor al ¿qué dirán? y por consiguiente nada era verdad todo era mentira e hipocresía.
En la época de los 50 y los 60 y los 70 había mucha falsedad, mucha hipocresía y bastante cinismo. Las personas les daban vergüenza de decir que eran pobres. Y esa vergüenza les hacía vivir de una forma cínica e hipócritas convertidos en verdaderos fantasmas. Todos observando el ¿Qué dirán? Y mucho aparentar.
Allí en la plaza nueva o en san Lorenzo estaban esperando los soldaditos a las chachas para platicar. Se podía decir que había dos soldado por cada niñera, y todos tan contentos.
Hay que puntualizar que en la Sevilla de aquel entonces había un cuartel de soldados en cada barriada.
Los niños (alumnos) que estaban al otro lado de la valla del colegio de curas o monjas, iban peor vestidos eran hijos de obrero y vestían de peor manera, aparte de distinguirse por su vestimenta y su calzado, el comportamiento por la calle era de niños más inquietos daban patadas a las latas y piedras y vociferaban palabras mal sonante se agachaban y cogían cosas del suelo se peleaban entre ellos, y hacían gamberradas propias de aquella época, como la de romper las bombillas de la farolas etc.
En los hermanos Maristas el pago de la enseñanza era sufragado en la mayoría de los casos por la empresa donde trabajaban los padres, que podría tratarse bien de una empresa estatal o bien de una de las grandes empresas que existían por aquel entonces dirigidas por empresarios catalanes o vascos, o bien por una empresa minera estatal como la de Villa Nueva del Río y Minas en la provincia de Sevilla donde los mineros disfrutaban de poseer un Economato donde tenían toda la alimentación que necesitaban y que después se lo restaban de la nomina.
También disponían de un cupo asignado de leña o del carbón que ellos mismos habían sacado del fondo de la tierra y que serbia para que los trenes de franco pudieran circular a lo largo de todo el tendido de vías férreas de España. Tanto en la campaña de los tres años de guerra como en la posguerra de los años 50.
La enseñanza en los años 1950 era muy cara y no todo el mundo se lo podía permitir el pagarla.
Mi internado en los salesianos, fue como eso; un internado parecido a una tentativa de quererme domar como si fuese un potro de los que yo veía dar vueltas y vueltas a base de latigazos en Jabugo desde la tapia del Bacie en la calleja al lado de los nogales de Águeda.
Un año después se vino toda mi familia a la gran capital Sevillana que da cobijo a todo aquel que llega y testigo de aquel año es una foto que tengo. Intentare ponerla en mi blog para que la veáis todo el que quiera. antonsandom@gmail.com
Esta foto donde estamos todos los hermanos se hizo en la inauguración de la 1ª temporada de verano en la Piscina Sevilla situada en la Avenida Ciudad Jardín donde iniciamos un curso de natación y aprendimos los siete hermanos a nadar perfectamente. Se pueden observar los trajes de baño que eran de confección casera. Aunque a primera vista pareciese de una bou tic de de alta costura o recién salido del taller de Ágata Ruiz de la Prada. Era el año 1960 y aunque delgaditos os puedo asegurar que éramos todo fibra y músculos, las grasas se quemaban y desaparecían de nuestros cuerpos, debido a nuestra hiperactividad, siempre jugando y dando saltos. Hoy en día después de cincuenta años los niños de esta edad tienen otra fisionomía; están más gorditos debido a la vida sedentaria de estar sentados en el ordenador y de la comida rápida del Burguer kin.
CAPITULO 22º: (FIN DE LA 2ª PARTE) de El internado de los Salesianos de la Santísima Trinidad.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO EN 1950
Un saludo de DON PEDRO JUNIOR (CONTINUARA)

CAPITULO 22º: (PRIMERA PARTE) de El internado de los Salesianos de la Santísima Trinidad.

CAPITULO 22º: (PRIMERA PARTE) de El internado de los Salesianos de la Santísima Trinidad.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO EN 1950
En todo ese primer año solitario que estuve en Sevilla. Interno y en los 6 años venideros restantes que pasé en la Escuela de Aprendices también interno. Nunca tuve protección de nadie, siempre me las tuve que arreglar yo solo para todo. Y os puedo asegurar que esto también marca a la persona y confirma lo de: “El hombre no nace sino se hace”

Al año siguiente a ese incidente de la bodega de mi casa improvisada de calabozo. Como yo insistía en salir con mi amigo Maqui en busca de sensaciones nuevas por aquellos caminos, riveras y huertas y el Bacie. Mis padres deciden arreglar la cuestión mandándome a un internado a más de 100 kilómetros de distancia.
Trascurría el año 1959 en un caluroso 15 de Septiembre Sevillano en los padres salesianos de la Santísima Trinidad.

Si grave fue el calabozo más grave fue el que mi madre me dejara solo a los 9 años de edad llorando en aquel caluroso patio con suelo de cemento que brotaba el fuego del verano sevillano; en aquel llamado: patio del recreo donde para mí; todo era extraño y no conocía a nadie, en aquel marcado e inolvidable día de septiembre.
Allí me dejo mi madre con una maleta de cartón. Yo no podía impedir las lágrimas de un niño de nueve años y mi madre sé que se fue también llorando.
Yo no hacía nada más que repetirme: (¿Por qué? ¿Por qué? Mama me arrancaste como una mata de chocho y me sombraste en la Ciudad).
Las polvorientas encinas el dorado castañar ¿Por qué? ¿Por qué? Me sacasteis Madre de mi pueblo natal.
De Sevilla todo me parecía grande en comparación con lo que era mi pueblo. Las calles eran el doble o triple más anchas y aquellos pisos tan altos y tanto trafico de carros de la nieve y de triciclos de panadería y con taxis de color amarillo por aquellas calles tan empedradas con esos adoquines de figura tan regular y tan grande; en comparación con las piedras pequeñas de mi calle.

Yo; la verdad no era un niño prodigio ni tenía grandes dones y virtudes ni era un jirón excelso de la divinidad caído del cielo en la tierra. Como diría Pérez Galdós en Torquemada en la hoguera.
Todo el camino en el Saure vine más mosqueao que un pavo escuchando una pandereta.
Aunque mi madre trataba de tranquilizarme dándome ánimo y diciéndome: Allí te enseñan mucho y terminas siendo un “hombre de provecho”.
Los domingos nos sacaba Don francisco nuestro tutor hasta llegar a la Plaza España.
Íbamos caminando en fila de dos por la acera y seguimos un orden y una disciplina sin extralimitarnos ninguno. Sabíamos que éramos observados por los viandantes y procurábamos hacerlo cada vez mejor. Algunas parejas de mujeres mayores nos preguntaban ¿de qué colegio sois niños? De los Salesianos señora ¡ah claro ya se os ve¡
Mis padres solo se sintieron orgullosos y no cabían en sus pellejos, cuando vieron como avanzaba en mis estudios en aquel internado Sevillano de Los Salesianos de Santísima Trinidad, y leían y releían con asombro las cartas escritas que les mandaba, sin una falta de ortografía y con una excelente caligrafía inglesa de letras apaisada. Adquirida tal habilidad de la escritura o caligrafía con la ayuda de los tres dictados diarios que hacíamos en clase y que corregíamos cuando ponía Don Francisco el dictado correcto en la pizarra.
De cada dictado según las faltas de ortografía cometidas, salía un nº de puesto en el escalafón de la clase. Los dos primeros figurarían en el Cuadro de Honor, y felicitado personalmente por el director del centro: Don José.
Al terminar el curso de ingreso de bachillerato allá por el año 1959- 60 regrese a mi casa con una caja de cartón de más de 50 centímetros de altura toda llena de libretas completas de dictados en cuadernos de doble rayas.
En la lectura también nos poníamos de pie sobre la pared y leíamos sobre nuestro libro. Cuando nos atascábamos al leer seguía el que estaba junto a ti y nos adelantaba en posición, quedando por delante. Cada vez que se superaba en la lectura con un cronometro. Se adquiría mejor posición en el escalafón que formábamos en la pared. Los dos primeros salían también en el Cuadro de Honor. Aunque el hecho de leer con más soltura no quería decir que lo había comprendido y asimilado todo, sino que leía como un papagayo. Lo de entender o no entender lo que se lee, se consigue con muchos más años de práctica de lectura y concentración.
Estos curas saben distinguir que alumnos les interesaría que siguieran estudiando en el colegio y que otros alumnos le vendrían mejor que se fueran del colegio.
Este vale para bachillerato y este otro para formación profesional. Que por cierto en la otra ala del internado estaban los de formación profesional. Y en el ala de la derecha los de bachilleres.
Cuando veían que un chico no promete los dejaban por imposible. Porque este no iba a darle renombre al Centro. El solo terminaba aburriéndose y yéndose del colegio.
En cambio se esforzaban con aquellos otros que le interesaban y que prometía y se centraban en el estudio cambiando con facilidad el chip del juego a la concentración de los deberes escolares.
El resultado los tenía en las evaluaciones periódicas de los exámenes.
Era palpable el adelanto que había obtenido en el internado, y mis padres dieron por bien empleado el sacrificio mensualmente que dieron de su dinero a los curas.

Se veía crecer el amor fraternal y se congratulaban cada vez mas de haberme engendrado, dando el ser a semejante criatura como yo.

Era el colegio de los salesianos de la Santísima Trinidad en la zona de los internos.
Y hago hincapié en esto de los internos para separar una zona de otra a través de una valla muy alta y que estaban al otro lado del cine o salón de actos. Estos otros se llamaban Los externos y eran alumnos que terminadas las clases se iban a sus casas. Solían ser de clases menos favorecidas.

En todos los colegios grandes de Sevilla ocurría lo mismo: siempre había una valla divisoria que separaba la gente humilde y sin recursos de la gente que podía permitirse el entregar dinero con muchos esfuerzos como era el caso de mis padres.

Unos ejemplos eran los de los padres Jesuitas de la calle Eduardo Dato. Allí estuvieron mis dos hermanitos mellizos e hicieron la primera comunión, al otro lado de la valla.
Se distinguían de los otros por tener distinto la bata o babi de color caqui, distinto al de los otros chicos más afortunados de colores a rayas en blanco y celeste; también hacían distinción el calzado y la cabeza rapada al cero por aquello de los piojos o las liendres que eran los huevos de cría de los piojos y que se adherían al cabello sin quererse soltar y otros muchos detalles más. El cantante Paco Navajas dijo alguna vez que: Aquel que nace para martillo. Del cielo le caen los clavos.

Otro ejemplo lo teníamos en el colegio de Yanduri situado en la misma puerta Jerez, Frente al Hotel Alfonso XII; los de un lado de la valla, no podían verse ni hablar con los del otro lado, porque se conoce que los pobres tenían un léxico no muy apropiado para la gente recatada. No fuera que escuchasen palabras mal sonante o se les pegara alguna miseria; cosas que no eran del agrado de los oídos de los padres pudientes que solían vivir en grandes casas solariegas que recogían a criadas de los pueblos limítrofes andaluces y extremeños y los chóferes conduciendo el SEAT 1400 de color negro o el 1500 con la palanca de cambio de las velocidades en el volante y toda serie de lujos de aquellos tiempos.

Por aquellas fechas se podían permitir tener por muy poco dinero todo el personal de servicio que quisieran dado que una niñera o cocinera, con tenerla vestida y calzada con su cofia con delantal blanco y recogida y alimentada.
Algunas las podías tener todo un día; por tan solo un huevo y un bollo era más que suficiente, para tenerlas contentas. Bien es cierto que había casas que mantenían más contentas a la servidumbre que otras, bien por el trato tolerante o afable y no autoritario y soberbio o bien siendo más dadivoso y menos mezquino.

Las criadas que tenían gran celo en el trabajo y que eran eficientes obedientes y en definitiva buenas criadas se las disputaban las señoras de las grandes casas como los buenos futbolistas en los grandes clubes. Y Ellas tan contenta de estar en una casa de tan alta alcurnia.

Las niñas de posición acomodada acompañadas por las chachas pueblerinas las llevaban al colegio de (palacio de) Yanduri situado en la puerta Jerez y que en la guerra fue sede de la falange española e iban adornadas con un gorrito circular de fino paño y de forma similar a un gran gurumelo (champiñón) que le hubieran quitado el tallo y puesto en la cabeza boca abajo y con una cinta de color azul muy vistoso, andaban rectas con la cabeza erguida y ropas muy recatadas de fino paño Ingles, con faldas azules y con lustrados pliegues siempre muy bien planchadas limpias e impecables y eran conducidas al colegio siempre puntual por criadas mayordomos o chóferes. Eran hijos de comerciantes o empresarios. No hay que olvidar que era la Sevilla industrial y comercial que tenía mucha actividad y muchas chimeneas echando humo. Las criadas o niñeras les llevaban puntuales el almuerzo todos los días, bien calentito en sus canastos, con sus fiambreras y no se iban de vuelta hasta que no se los hubiera comido todo, puesto que esa eran las órdenes e instrucciones que recibían.

Este porte o educación o estilo le acompañaban a las niñas durante toda su vida, y las hacían ser mujeres con mucha clase y se distinguían del resto de las demás niñas por sus modales refinados, al caminar por la calle sin mover la cabeza y sin quedarse fija mirando a nadie, decían siempre la palabra justa a la hora de hablar y comunicarse con alguien y cedían las aceras a las personas mayores.
Cualquier interlocutor de la clase social que fuere se daba cuenta inmediatamente de tales dones adquiridos, puesto que mantenía atentamente la conversación sin mirar nada más que a los ojos del interlocutor.
Al hablar no hacían ningún gesto con las manos. Su vocabulario era claro escueto y conciso sin palabras soeces ni mal sonantes, en definitiva observaban muy concienzudamente las reglas del buen orden, la buena urbanidad y la buena educación recibida en aquel colegio de elite Sevillana, en definitiva que siempre ha habido clases y clases. Confucio dijo una vez: que donde hay educación no hay distinción de clases.

CAPITULO 22º: (FIN DE LA 1ª PARTE) de El internado de los Salesianos de la Santísima Trinidad.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO EN 1950
Un saludo de DON PEDRO JUNIOR (CONTINUARA)