martes, 24 de agosto de 2010

CAPITULO 30º LOS TITIRITEROS QUE EN SU GIRAS PARARON EN EL PASEO Y NOS DELEITARON CON SU ESPECTACULO.

CAPITULO 30º LOS TITIRITEROS QUE EN SU GIRAS PARARON EN EL PASEO Y NOS DELEITARON CON SU ESPECTACULO.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Una familia de cómicos ambulantes montó enfrente de la telefónica y dentro del paseo su tinglado de titiriteros,
Cuando terminaron su actuación pasaron el platillo y todos los espectadores depositamos las pequeñas monedas en él, mi madre de antemano ya me había dado una moneda para ellos.
A mí; concretamente mi madre me dio dos perras chicas de cinco céntimos de peseta que eran de aluminio con un acuña miento de un guerrero montado a caballo a pleno galope y enarbolando su lanza con intención de ataque. Decían que era el Cid Campeador.
Yo sabía que mi amigo el Maqui no tenía ni un céntimo y le di una de las dos perras que yo tenía y cuando pasaron pidiendo con bandeja en mano por al lado de nosotros depositamos los dos juntos cada monedita en él platillo que traía una niña, y sonriendo nos dio las gracias. Y nos pusimos coloraos mirando para el suelo.
La actuación que más me gustó, fue la de la corrida de toros; Que se trataba de dos hombres metidos debajo de una tela negra muy bien caracterizada como si fuera un toro de los de verdad, con sus cuernos y su rabo que en ocasiones arremetía contra los espectadores provocando el pánico.
Después salió un torero que lidio al toro con pases naturales y de todo tipo; y al final llego la suerte de matar arreándole una estocada con una espada con hoja de goma que fulmino al toro al instante.
El torero recibió dos orejas y rabo y el toro la vuelta al ruedo y muchos aplausos del respetable público.
A la corrida no le falto ni un solo detalle y pudimos ver como el torero intervino apoteósicamente en cada uno de sus tercios.
También hubo canciones de coplas de folclóricas, algunos chascarrillos contados por un payaso. Todo igual que si estuviéramos viendo un gran circo pero en pequeñito.
Y el director o el padre de aquella familia nos amenizo con unos agradables solo de trompeta, que fueron fuertemente aplaudidos.
También se rifaron algunas muñecas; por el método de la baraja de cartas. Se vendían cartas pequeñitas de papel y luego una mano inocente cogía una carta de la baraja real. Y el que tuviera la carta de papel igual que la que habían cortado en la baraja real. Era el agraciado de la muñeca. De esta forma también sacaron algún dinerillo para, ayudarse en la gira.

FIN DEL CAPITULO 30º Los titiriteros que en su gira pararon en el paseo y nos deleitaron con su espectáculo.
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de DON PEDRO YUNIOR (CONTINUARA)

No hay comentarios:

Publicar un comentario