jueves, 26 de agosto de 2010

CAPITULO 32º EL HOMBRE TUBERCULOSO DE DETRÁS DE LAS ESCUELAS

CAPITULO 32º EL HOMBRE TUBERCULOSO DE DETRÁS DE LAS ESCUELAS
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un día apareció sentado en un umbral a la espalda de las Escuelas de los niños.
Un hombre de mediana edad. Que tosía mucho y se veía como muy enfermo. Parecía tísico o tuberculoso; siempre tosiendo.
Estaba sentado en un escalón y se calentaba al calor que le proporcionaba un cubo viejo y agujereado y bollado de zinc donde quemaba algunos palillos de ramas de castaño y de eucalipto.
Los niños les traíamos nuestra cuchara y él le grababa nuestras iniciales con un buril dando movimientos de sic zas con su mano derecha; logrando una letra inglesa apaisada muy bonita.
Luego nos pedía los dos reales por su trabajo.
Me daba pena el pensar ¿Cómo este hombre pudiera estar tan solo sin Padre ni Madre ni perrito que le ladre?
Sin un amigo sin un hermano.
Qué triste tiene que ser la soledad y más triste todavía si es impuesta.
Por un momento se me ocurrió pensar que se trataba de uno del bando perdedor que hubiera perdido en la pasada guerra toda su familia y que se le negaba hasta el derecho al trabajo.
Pensé también que podría tratarse de un amigo del poeta que quiso salir por la frontera del Rosal; Que tan cerca esta de Jabugo. Pero lo hicieron preso.
Este hombre se educó en los curas y su padre tenía una piara de cabras y le obligaba a que le ayudara con los animales sacándolos al campo para que comieran. Mientras realizaba esta labor. Escribía sus poemas olvidándose de los animales que se metían en el trigo.
Su padre recibía las amonestaciones y les llegaba las multas por los daños que causaban las cabras.
Este insigne poeta autor de andaluces de Jaén y Nana de la cebolla y de muchas obras más se llamaba: Miguel Hernández y murió tuberculoso.

Este otro hombre tísico y tuberculoso seguía tosiendo y sentado en un umbral trasero que tenia las escuelas y de cara al castañar. y frente al camino que llegaba hasta la fuente Quino y si mirabas hacia su izquierda veía el matadero municipal de Mª la carnicera.
Un día debió de dirigirse al dispensario donde estaba my Madre y le pondría alguna inyección con intención de curarlo.
Cuando volví de la Escuela lo veo sentado dentro de mi casa. Comiéndose un buen plato de buena pringa con garbanzos; que mi padre cultivaba en el olivar del puerto. Y que seguro mi madre le había dicho que se lo comiera.
Cuando termino de comer lo vi grabando la cubertería de plata de Meneses que tenía mi madre, comprada en cómodos plazos; del platero que venía periódicamente vendiendo por el pueblo.
FIN DEL CAPITULO 32º EL HOMBRE TUBERCULOSO DE DETRÁS DE LAS ESCUELAS
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de Don Pedro Junior (CONTINUARA)

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