viernes, 20 de agosto de 2010

CAPITULO 29º: LAS MARIPOSAS DEL EDIFICIO DEL TIRO

Subiendo una pequeña y a la vez empinada cuestas, se llega a la falda del gran edificio del Tiro Pichón que se le atribuye su construcción al insigne arquitecto Aníbal González.
Allí se dan cita todas las primaveras el nacimiento de muchas flores silvestres como las frondosas flores blanca de la biznaga que está compuesta por un robusto y largo tallo de más de 60 centímetros de largo y en su extremo superior un rosetón grande de unos 20 centímetros de diámetro compuesto de ramilletes de pequeñitas flores blancas; donde de esas florecillas; todas las mariposas de colores van a libar con su lengua retráctil y helicoidal; como si de un muelle de un reloj de pulsera se tratara.
De allí sacan el néctar o sabia de sus flores que le sirven de alimento.
Las mariposas las hay de muchos tamaños y colores. Unas son grandes y amarillas casi dorada con un lucero oscuro en cada ala; las cuales abren y cierran para llamar la atención a su compañero al mismo tiempo que emiten unas feromonas que les incita a la cúpula para su posterior reproducción.
Las que más me llaman la atención son las que tienen unas hermosísimas alas que le sobresalen un apéndice trasero en cada una de ellas como si fueran rabos o colas y que llegan a coger un grandísimo porte de muy bellos colores, no superado por ninguna otra.

Las hay también muy chiquititas con muchos puntitos azules y rosas y grises en las alas y que van a libar a una flor en forma de brochita pequeña de color azul como si fuera una réplica en miniatura de la brocha que usa Moisés el barbero en su barbería para afeitar a los hombres.
Y también nos revoloteaban por nuestras cabecitas; muchas mariposas blancas de la col.
A nosotros nos gustaba corretear entre las flores de las margaritas y biznagas y de las aulagas y del romero y de la jara y de los cardos borriquero; tratando de coger alguna, cosa que era muy difícil a no ser que dispusiéramos de un cazamariposas que nunca tuvimos; porque entre otras cosas no encontrábamos materia prima aparente para su fabricación. Pero después de pasado el tiempo me alegro de no haberlas cogido. Porque de que me hubiera servido. Yo no era un coleccionista de mariposas ni pensaba estudiarlas a fondo haciendo una texis doctoral de biologia.
Entonces lo mas sensato seria dejarlas volar como estaban y así no contribuir a su extincion. Para que sigan viendo y deleitándose de aquel maravilloso revuelo. todas las generaciones venideras.
No se pero me da la impresión de que. aquel espectáculo de torbellinos de colores y olores que es el más sensible indicador de un equilibrio biológico. De un extraordinario y excelente ecosistema.
Me apena mucho el pensar que después de más de cincuenta años; Aquello ya no exista. Porque se haya modificado el terreno y no tenga el mismo aspecto tan sano y bueno que gozaba y que yo tanto disfrutaba en aquel medio ambiente de mí pueblo.
¡Decidme¡: ¿Se ha perdido aquello que yo con mis ojitos de niño vi?.
Por favor no me digáis que ya no hay nada parecido.
Un saludo de DON PEDRO YUNIOR (CONTINUARA)

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