domingo, 15 de agosto de 2010

CAPITULO 26º: LA ROMERIA DE LA VIRGEN DE ALAJAR

CAPITULO 26º: LA ROMERIA DE LA VIRGEN DE ALAJAR
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950
Esta Romería tiene lugar en la peña de Arias Montano en Alájar, pueblecito muy cerquita del mío. El día 9 de septiembre.
Mi madre se llama Mª de los Ángeles en honor a esta Virgen; que tiene muchos devotos en toda la sierra de Huelva.
Mi padre ese día les ponía la albarda a las dos bestias que había en mi casa La borrica y una yegua blanca y me llevaba a la romería montado en la yegua y mi madre en la burra con mi hermana Laura.
Hacia allí, nos dirigíamos muchos peregrinos de todos los pueblos limítrofes por camino senderos carreteras y veredas, unos a pie y otros en bestias y al llegar al lugar cada uno acampaba buscando la sombra de aquellos frondosos y centenarios pinos piñoneros. Donde mi padre tendía una manta y sacaba los víveres compuesto por toda una serie de ricos manjares relacionado con la salazón de las carnes del cerdo ibérico de bellota y los huevos duros que nos proporcionaba las cinco gallinas que tenía mi madre en el gallinero y que alguna era fruto de regalos o dádivas que recibía de gente agradecida por los servicios en el consultorio, o en mi propia casa otras se las daban a Don José el médico y si él no la quería se las daba a mi madre que le hacía mucha ilusión.
Recuerdo en una ocasión. Que vino una madre con su hijo: un joven mozo. Que traía un enorme bulto en la parte de atrás del cuello y le pedía a mi madre que le curase a su hijo. Mi madre los llevo al corrar y allí tenia ella sembrada una planta de Aloe Vera. Cortando una hoja; la peló y se la puso con una gasa liada en forma de apósito sobre el bulto o grano. Diciéndole: pasado mañana habrán salido el pus del grano y estará curado.
Estos gestos eran motivo de agradecimiento.
Este tipo de cosas era muy normal en aquellos tiempos en que se escaseaba de todo y al no haber tanto dinero los agradecimientos se pagaban en especies. (Quien no es agradecido no es bien nacido). Hay que recordar que la tuberculosis era muy común y campaba por sus anchas en la gente pobre y no pobre. Aunque más se cebaba en los pobres que tenían una alimentación escasa y poco sana con escasez de proteínas y vitaminas.
La pandemia no hacia distinción de clases y los antibióticos o (penicilina) era tan escasa que había que adquirirla en el estraperlo era el único medicamento que curaba los cortes infectados y mi madre regalaba en el consultorio a sus pacientes el jabón que fabricaba en mi casa con el aceite de oliva del olivar del Puerto y decía que lo mejor que hay para las heridas es lavarlas con ese jabón aunque después pusiera apoditos vendajes y yodo.
En una fiambrera de aluminio se transportaba la tortilla campera los filetes empanado y queso de cabra fabricado por mi madre de la leche que nos traía mi padre de sus tres cabras mansas de piel negra y los dulces o rosetones rosquillas y pestiños que también fabricaba mi madre y que embadurnaba con abundante miel que procedían de las 3 colmenas cilíndricas de corcho que estaban en la finca de Valdelacana.
En un seno del serón traía mi padre una sandia grandísima entrelarga con rayas verdes y blancas como la camiseta del Real Betis y melocotones amarillos y blancos con tonos rosado que les llamaban abridores, porque se abrían con un simple giro de las dos manos y dejaban al descubierto el hueso o semilla que se cubría con un tono rojo de hebras de la misma sabrosa pulpa del melocotón y también un hibrido de este melocotón con ciruela negra y que allí se le llamaba albérchigo pero que en Sevilla recibe el nombre de nectarina. Todas estas riquísimas frutas habían sido regadas por las claras aguas del río carabaña y cultivadas por mi padre en su finca de Repilao. El sabor de aquella sandia y aquel melocotón amarillo. Aun la impronta de mi celebro y mis papilas gustativas quieren después de 50 años degustar e imaginarse en el paladar, el dulzor que nuca más pude repetir en todos estos largos años. Probablemente debió de perderse la simiente para siempre o simplemente el modo de cultivarse fue cambiando y degenerando en otra fruta insulsa totalmente diferente o quizás es que todos los cinco sentidos del cuerpo humano se degeneran con el paso del tiempo perdiendo paulatinamente las facultades para lo que fueron creados. No lo sé creo que es un compendio de todo lo que he dicho.
Las Campañas de la espadaña de la ermita de la Peña de Los Ángeles no dejaban de dar vueltas y tocar llamando a los fieles peregrinos a misa, y lo que más me llamaba la atención de aquella hernita era un cuarto oscuro; solo iluminado por las luces que desprende las llamas de las muchas velas que allí se consumían. El cuarto estaba a la derecha del altar y que contenía expuestas y colgadas en la pared toda una serie de figuras que me daban miedo contemplarlas porque eran las llamadas jaculatorias que los fieles devotos dejaban allí colgadas en memoria de alguna enfermedad que la virgen le había curado, se veían pequeñitos estomago piernas pulmones brazos manos pies fabricados de cera; bastones y muletas y más cosas que a un niño como yo; le producían miedo y asombro.
En una cantina que había en la explanada donde acampamos y muy cerca de donde brotaba del suelo un agua riquísima fresquísima y cristalina había una gigantesca y poderosa águila real en el suelo esposada por las enormes garras con una larga cadena; que no dejaba de mirarme con aquellos dos grandes ojos amarillos, su altura era tan grande como la mía y mirando sus grandes garras me imaginaba que podría cogerme levantarme y llevarme volando por el cielo hasta su nido para devorarme y ser alimento de sus hijos.
Mi madre me llevo a una cueva que había debajo de los cimientos de la ermita y me fue contando que en aquellas bóvedas naturales de la cueva se había quedado a vivir sus últimos años de vida un consejero confesor del rey Felipe II hace mas de 400 años y que se hizo sibarita y ermitaño de aquel sitio prefiriendo pasar el resto de su vida meditando. Su nombre era Benito Arias Montano (1527-1598) humanista y teólogo Fundó una Cátedra de Latinidad en Aracena y dirigió la edición de la Biblia Políglota de Amberes.
FIN DEL CAPITULO 26º: LA ROMERIA DE LA VIRGEN DE ALAJAR
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950 (CONTINUARA) Un saludo de DON PEDRO JUNIOR.

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