Capitulo12º Segunda parte: LOS NIÑOS DE LA CAPITAL. Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
Los nidos de oropéndolas son una preciosidad están cosidos o entrelazados con finas hebras vegetales entre una horquilla de una rama baja de castaño. Yo tenía uno localizado a las espaldas del tiro y no se lo decía a nadie por temor a que lo profanaran o simplemente lo tocaran consiguiendo con este solo gesto que los padres lo aborrecieran y dejara el nido abandonado a merced de las hormigas.
Sabíamos que era nuestro tesoro y que si le dejábamos que criasen y volaran. Al año siguiente hacían el nido en el mismo árbol o muy cerquita de allí.
Si nuestros padres nos veían llegar a casa con cualquier nido. La reprimenda era de órdago y la inmediata era decirnos que pusiéramos el nido en el mismo sitio donde lo habíamos cogido.
Normalmente la solución era inservible, porque el mal ya estaba hecho y los pajarillos o huevos eran aborrecidos por sus padres y le habíamos quitado la posibilidad de reproducirse ese año. Así como, de no volverlos a ver más por aquellos contornos.
El canto de estos dorados pájaros parece decirnos algo a sin como: “Pajaro viejo. Pajaro viejo” y es el macho el que nos canta de esa manera, oyéndose su eco por todo el castañar de la sierra.
Los colores del macho son de un amarillo intenso. Diría que este y los abejarucos y el martin pescador y la carraca son los pájaros con los colores más llamativos y bonitos de nuestra geografía Española.
¡Ah¡ seme olvidaba nuestro jilguero (colorines en Jaén); Digo nuestro porque lo tenemos todo el año con nosotros; en cambio los anteriores vienen a España solamente una vez para criar.
Los nidos de mirlas son más toscos con mucha aportación de material y los suelen construir en los zarzales.
Los de herreritos los carboneros y las gatinadoras (trepadoras) hacen su nido en cualquier agujero de un viejo árbol o de cualquier oquedad que tengan las paredes de piedra y adobe que separan unas fincas de otra.
En lo alto de estas tapias también sorprendíamos a un lagarto verde o alguna lagartija de sangre fría tomando placida mente el sol o un lagarto ocelado.
Luego cuando regresábamos a casa, ya el guardia se había encargado de decirle a mi padre en el casino, que había visto a su niño por las huertas de la vega abajo, o trasteando en el Bacie de la calleja. A pique de quemarse en aquellas candelas que casi permanecían siempre ardiendo o echando humo o pincharse con cualquier puntilla oxidada expuesto a que le entre el tétano.
Yo no tuve la suerte de contar con refuerzo ni apoyo escolar ni tuve las mejores técnicas de estudio, ni me dieron un aprendizaje con motivación para que me aficionara a los libros y no me expusiera a ser un fracasado escolar. Solo iba consiguiendo sin darme apenas cuenta; el verdadero caldo de cultivo para que germinara la semilla del que no termina los estudios y que no supo aprovechar bien el tiempo.
Con ese caldo de cultivo; de haber habido droga, posiblemente la hubiéramos probado. Y hubiéramos caído en tan ponzoñosa e inútil vicio que terminan su etapa de vidas muy jóvenes. Empezando con el cigarrillo de la risa del hachi y terminando con las venas llenas de veneno o el polvo blanco o las drogas de diseño que va eliminando neuronas hasta dejarte la cabeza vacía.
La suerte nuestra fue que aun los Hipis no habían hecho su aparición en Estados Unidos en San francisco (California) protestando con su actitud pasiva en contra de la guerra de Vietnam. Y que fueron los que extendieron dicho consumo. Y tampoco había llegado la movida del underground ingles, parecida a la botellona pero muchísimo mas dura.
Un día me junte con otros cuatro más del barrio nuevo. Fuimos al oscurecer a visitar las bestias que estaban en una cuadra plácidamente rumiando y cuya cuadra estaba situada por la derecha del camino que sale del barrio viejo y a pocos metros de este, como a unos 100 o 200s metros de la fuente del molino,
Me vi enrolado sin saberlo; con 4 buenas piezas del barrio nuevo y del barrio viejo. Querían ir a hacer no se qué cosa. Pero que todos se las prometían muy felices.
Yo con mis ansias de no perderme nunca nada, les acompañe. Hablaban algo así como de coger gamusinos de noche.
Se trataba de hacer el bestialismo llamado zoofilia; algo extendida esta práctica entre los pueblos y gente que adquieren ciertos caracteres. Y la suelen practicar adolescente de escala social baja.
Llegamos a la cuadra y todos sabían con que burra o mula ponerse; yo para no ser menos quise imitarlos y me subí en la que me habían dejado, y no hice nada más que aproximarme a ella y me dio una pata en el pecho y me arrojo sobre el pesebre de la cuadra dejándome grabada la herradura como un tatuaje de media luna.
Os confieso que con esa edad no se tiene ni orgasmos. Solo fantasía y ansiedad por ser mucho más mayores de lo que éramos.
Después de aquella desafortunada experiencia no quise ir nunca más a ese sitio. La verdad no tuve suerte me toco bailar con la más fea y no se medió bien; Quitándome para siempre las ganas de coger gamusinos de noche. Después de aquello conseguí alejarme de aquellas amistades tan peligrosas.
Otra experiencia desagradable era la de untarnos en la cabeza del prepucio; un liquido blanco que salía al cortar el tallo de una hierba llamada “leche interna” y que simulaba ser el semen que nosotros producíamos como si fuéramos hombrecitos maduros.
Aquello nos ocasionaba un picor desagradable e intenso y al final una hinchazón que tardaba bastante en quitarse.
Visitábamos con frecuencia los viejos arboles de morera que estaban al lado derecho del Tiro.
El tío Pío (guarda del Tiro) que nos sorprendía con el garrote cuando nos encontrábamos más a gusto subido comiendo moras de las moreras de la falda del grandioso edificio. Siempre poníamos a uno de centinela para que vigilando nos avisara si viene el tío Pío. Este centinela ya antes se había hartado de comer moras o simplemente cogía las del suelo que nosotros caímos; las más maduras al movernos por entre las ramas
A mi padre no hacían nada más que decirles: A los arbolitos hay que guiarlos desde chiquititos con un buen palo recto, para que no se tuerzan, porque de lo contrario una vez torcido no hay solución posible y no hay tampoco quien los enderecen. y quien mal anda mal acaba, y dime con quien anda y te diré quién eres, y con quien te vi te compare. Así que mete a tu hijo en vereda que se le ve andar con malas compañías.
Poco después en casa había una rueda de preguntas e interrogatorio y al final a la cama sin cenar y con el culo calentito por la alpargata que tenia mi madre.
Fin de Capitulo12º Segunda parte: LOS NIÑOS DE LA CAPITAL. Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
Un saludo DON PEDRO JUNIOR (continuara)
No hay comentarios:
Publicar un comentario