Capitulo 12º Primera parte: LOS NIÑOS DE LA CAPITAL. Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
A los niños de la capital; estas historias que os cuento no le dicen nada y disfrutan con otras cosas distintas, aprenden a leer antes y por consiguiente se diría que adquieren antes más cultura.
Pero de todas formas no les envidio, porque no saben lo que se han perdido por no haber nacido en uno de nuestros pequeñitos y bonitos pueblos serranos.
La gente es sanota y buena, las niñas son primorosas con los carrillos rosados como los peros cachones de Galaroza (manzanas y melocotones de la Naba) y sin embargo ignoran que son hermosas, saltan y juegan y ríen son puras y cristalina como el agua que corre por aquellas montañas.
Esta naturaleza que yo tuve la suerte de admirar en la década del año 1950 con todos sus seres vivos para el deleite de nosotros y para las generaciones venideras; creo que están todavía allí donde los deje en el año 1959 cuando solo contaba 9 años de edad. ¡Dios que bonita infancia! No me importaría repetirla otras ochenta veces más, y quedarme siempre en esa edad.
Espero que haya quedado algo de lo que yo deje; de lo contrario nos lo demandaran y estarán en su derecho el reprochárnoslo todos los que vengan detrás de nosotros.
Es este un patrimonio exclusivo de los que pertenecemos al mundo rural, que en las horas de ocio del recreo escolar, hacíamos nuestras incursiones andando por los montes de nuestra Sierra Morena, lo hacíamos solo o en collera como los guardias civiles, que en alguna ocasiones éramos sorprendido por ellos con aquellas capas verdes y las carabinas asomando por arriba junto al tricornio negro de charol brillante; nos interrogaban diciéndonos: !eh¡ ¿ que se traéis entre manos? ¿a dónde vais por aquí? ¡Nada Sr. Guardia vamos a beber a la fuente Quino!, ¡ a ver si sois bueno eh¡ ¡si señor guardia¡ y ¿tú de quien eres? ¡Yo soy el hijo de Doña Ángeles¡.
A principio de Marzo nos íbamos a las solanas del olivar del Puerto o en la falda del Tiro o a la Orihuela que ya estaban las margaritas floreciendo y el campo cubierto de la fresca hierva.
Cuando el sol empieza a extender sus rayos y a calentarse la tierra, los grillos extienden también sus alas para que el astro rey se las caliente y frotan unas sobre la otra llamando a las solicitas hembras para copular y perpetuar con este acto la especie.
Los grillos mas tempraneros se dan en las solanas del puerto y allí se pueden conseguir los que más cantan, que nosotros les llamamos los grillos reales que algunos tienen también tres rabos como las hembras pero de color rubio y son mucho más apreciados que los carboneros
La hembra tiene tres rabos y es negruzca y alargada y no es tan vistosa y llamativa como el macho, por supuesto no necesita cantar, y cuando canta lo hace tan suave que casi no se le escucha. En cambio el macho tiene un cante muy potente y en el silencio del campo se le oye a distancia.
Es ese cante el que los delata y nos sirve para aproximarnos sigilosamente y atraparlos y meterlos en nuestra pequeña jaula de grillos fabricada por nosotros mismos.
Su construcción era muy tosca, pero efectiva: Tenía una tapa superior cuadrada y otra de igual dimensión abajo en la base; ambas eran de corcho de un grosor de un centímetro. Estaban separadas por unas 13 láminas o tiras de fleje que clavábamos sobre los corchos. Todos estos materiales lo conseguíamos en nuestro santuario: ( El Bacie de la calleja junto a las Escuelas) donde encontrábamos de todo: Las puntillas estaban oxidadas y dobladas; pero nosotros la reciclábamos y enderezábamos, Los flejes estaban oxidados pero nosotros lo reciclábamos dándoles utilidad y clavándolos en el corcho.
Rivalizábamos a ver quien la hacia la jaula mas perfeccionada.
Los grillos que se exponían a los rayos del sol y de esta forma calentaban sus alas para hacerlas sonar mejor y al oír nuestra presencia, dan marcha atrás y se meten en su agujero, pero una vez localizado dicho agujero, la solución que empleábamos era o bien esperar a que saliera de nuevo y taparle con el dedo la retaguardia para que no volviese a entrar o empleábamos otros recursos como era el de meterle en el agujero una finísima paja de avena y hacerla girar con el índice y el pulgar. Este gesto debía de producirle cosquillas al grillo que salía despavorido al exterior para darse la vuelta y volverse a meter de nuevo, pero esta vez de cabeza y presentándote el culo. En esta postura era más difícil el sacarlo porque la paja le hacía cosquillas en el trasero y se obstinaba en salir marcha atrás.
Era cuando recurríamos al recurso extremo que era el orinarnos en el agujero. Este sistema no solía fallar. Salían inmediatamente limpiándose y colocándose con sus patas delanteras, las antenas bien puestas y mientras intentaban aclararse de lo que estaba sucediendo. Ya lo teníamos en la mano y metido en la jaula.
La captura de estos invertebrados nos proporcionaba algunos trueques intercambiándonos unos por otro y al final. Tener el orgullo de poseer el grillo que mas cantaba.
La alimentación era con una hierba que se llama cerraja y que cogíamos en cualquier lado, puesto que esta hierva está muy extendida por el campo y la suelen comer todos los animales, conejos y liebres etc..
Capitulo12º Primera parte: LOS NIÑOS DE LA CAPITAL. Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
Un saludo DON PEDRO JUNIOR (continuara
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