Capitulo11º Primera parte: EL SAURE DE MI PUEBLO. Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
El Saure (nombre por el cual se conocía el autobús) creo que debía de ser por la marca del vehículo. Me llamaba mucho la atención la chapa rectangular que tenia dibujada la silueta de un gran perro de presa dando un salto en actitud veligerante; Remachado y puesto sobre en el frente del motor, y que daba a conocer el anagrama de la marca del anticuado vehículo.
El autobús permanecía con el motor encendido y ralentizado durante todo el tiempo que duraba el alojamiento de los pasajeros y la colocación y posterior atado de los bultos y las maletas en lo alto del techo de aquel autobus.
Esta faena la realizaba el mozo o ayudante del conductor que subía y bajaba continuamente a trabes de una escalerilla situada atrás del autocar. Y esperaba siempre alguna propinilla de los viajeros. Este ayudante tenía asignado siempre su asiento al lado derecho del conductor.
Se conoce que el motor era muy frió y debía de estar siempre en marcha para que estuviera en optimas condiciones de temperatura al emprender la partida.
Este prehistórico autobús, tenía dos varillas metalicas o barras perpendiculares de cerca de un metro de longitud, en cada lado de su parte delantera de su saliente y ruidoso motor con dos bolas que se movían a los compas de las explosiones de los cilindros y que dichas bolas eran de un color rojo cereza en cada extremo superior de esas varillas de hierro.
Nunca supe su significado hasta que un buen día le pregunte a un viejo camionero, y me dijo que eso era para servirle de guía al conductor y poder hacer correctamente las maniobras de aparcamiento sin dar ningún golpe o arañazo a los gruesos guarda barros delanteros.
Allí en la parada, estábamos todos los sábados a ver quién era el que le tocaba irse aquel día. (Era el gran éxodo de la emigración de los pueblos andaluces y extremeños)
Se iban a tierras lejanas, decían que era porque en la ciudad tenían más posibilidad de encontrar un futuro más prometedor que el que le brindaba el pequeño pueblo.
En aquellas fechas; las familias eran muy proliferas y tenían muchos hijos. Era la sociedad de la posguerra.
Mi pueblo cada vez se iba quedando mas solo y Como dice una canción de Feliciano: Pueblo mío que estas en la agonía , tendido como un viejo que se muere , la pena el abandono son tu más triste compañía, pueblo mío te dejo sin alegría …..
Ignoraba que después; transcurrido muy poco tiempo, yo mismo iba a ser uno de ellos, y que me convertiría en un emigrante del interior como tantos y tantos andaluces fueron.
Si tenías un trozo de tierra heredada de encinas o alcornoque, te atemorizaba el pensar como se pelearían los hijos por el reparto de tan poca tierra de secano, pensaban que se quitarían el hambre a puñetazos, y optaban por la idea de decidirse e irse a las grandes metrópolis donde crecerían y pensaban que les auguraban un mejor futuro para sus hijos por tener la certeza de que allí encontrarían más oportunidades para su futuro.
No sabíamos si lo volveríamos a verlos algún día, normalmente no volvían porque todo lo habían vendido y nada dejaban atrás, se llevaban almacenados en sus mentes todos los recuerdos y los despedíamos con gran tristeza. Corriendo tras el autobús que iba muy despacio. Lo seguíamos durante todo lo largo del trozo de carretera que hay desde la parada hasta la yutera y que se llama “el paseo de la Parada o simplemente La carretera”.
Fin de la Primera parte del Capítulo 11º: EL SAURE DE MI PUEBLO. Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
(UN SALUDO DE DON PEDRO JUNIOR)
(Continuara)
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