Capitulo13º primera parte: LA BODEGA CONVERTIDA EN CALABOZO. Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
El castigo más grande que yo recuerde y que nunca seme olvidará fue el de encerrarme mi padre en una pequeña bodega muy fría lúgubre de techo bajo sin luz totalmente a oscuras, solo tenía una ventanita con postigo y reja muy pequeña, por donde se veía el pesebre donde comía la burra Margarita.
Era la ventanita; la encargada de ventilar el lúgubre lugar que mi padre improviso como calabozo para pulgar mi castigo.
Margarita una vez puesta su albarda y su serón, trasportaba a diario en su lomo a mi padre al amanecer al Repilao, la finca heredada de Valdelacana.
El cuartucho aquel tan oscuro y tan frío tenía franqueada la entrada por una pequeña puerta de madera de castaño y disponía de un gran cerrojo que hacía mucho ruido al cerrarse.
Encima del techo estaba el doblado o también llamado desván; dormían plácidamente sobre un montón de paja unas cuantas cebollas y otro tanto de patatas y peros y algunas papas de color negras y arrugadas, son para simiente en la próxima siembra.
Colgados de los palos de castaño en el techo con las alcayatas; varias piñas de tomates verdes, pimientos choriceros y ristras largas de ajo y matas de tomates verdes enteras, que con el paso al invierno llegan a ponerse rojos cerca de la Navidad. De la misma forma dos melones amarillos metidos en una redecilla construida de juncia de rivera trenzada con unas mallas de forma de rombo que permanecían suspendidos en las alcayatas del techo, cerca de las tejas que se apoyan sobre tablas de madera de chopo, a estas tablas creo que le daban el nombre árabe: (Alfajías). Por allí penetra de entre las tejas algún que otro lucero (haz de luz en forma de circulo) que llega a descansar en el suelo del doblado sobre las losetas catalana de arcilla cocida y que parecían linternas encendidas.
Como las que describí en el capítulo de las bóvedas de riberas y que tanto nos impresiono en aquella aventura con mi amigo el Maqui. Ahora comprendo porque los moriscos gustaban tanto de sus baños turcos y de aquellas luces en forma de estrella de 6 puntas reflejadas del techo. Luminosidad mucho más potente que la energía eléctrica.
En el vado que forma la escalera del doblado se encontraba la puerta de color oscuro gris y negro; Como la España de aquella fecha y cuya puerta barnizada daba acceso a la improvisada cárcel sin luz como la boca de un lobo y que solía valer para poner alguna tinaja con tapa circular de madera y que contenía algún espinazo enterrado en sal del cochino que se sacrifico a primero de Noviembre sobre el 3 que es San Martín. Por aquello de cada cerdo le llega su San Martín.
Este cerdo ibérico se criaba con los desperdicios de la comida de la casa como eran las cáscaras de sandia y de melón y de patatas; los restos de peros (manzanas), todos los restos de materia orgánica y algunos sacos de afrecho que se compraba en una casa que había en la calle la fuente cerca de la farmacia del licenciado Mota y en su cera opuesta, y cuyo acceso al almacén de pienso era desde la misma acera que tenia practicada una ligera pendiente.
Por aquel entonces no existía las bolsas de plástico de basura e incluso yo diría que no había basura que tirar, porque lo que no se comía las gallinas o el cerdo que criábamos, valía para encender la candela del anafre que funcionaba con carbón de encina o serbia de improvisado papel higiénico cuando hacíamos las necesidades fisiológicas en el corral, y nos limpiábamos con el vasto papel de estraza que en la tienda de Teodoro nos daba los envases de cucurucho cuando se compraba un kilo de garbanzo o medio kilo de azúcar cuando la hubiera. Porque no siempre llegaba el azúcar a mi pueblo.
Al principio de los 50 no había agua corriente en las casas y por consiguiente tampoco había alcantarillado.
Capitulo13º Fin de La primera parte: LA BODEGA CONVERTIDA EN CALABOZO. Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950 UN SALUDO DE DON PEDRO JUNIOR (CONTINUARA)
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