jueves, 3 de junio de 2010

CAPITULO 36º LABADO DE LAS ENTRAÑAS EN LA RIVERA DE GALAROZA del libro: Autobiografía de un niño de Jabugo en 1950

Capitulo 36ºLABADO DE LAS ENTRAÑAS EN LA RIVERA DE GALAROZA: del libro: Autobiografía de un niño de Jabugo en 1950

Ese mismo camino que tomó las mulillas arrastrando al desdichado caballo de Pastor Sánchez Miro. Era el mismo itinerario que cogía mi madre acompañada de la buena Mª Luisa la mujer de Gómez y que tanto le ayudo a mi madre en las distintas faenas de la casa.
Mª Luisa que en paz descanse la que acudí a su entierro un día que coincidí en el pueblo al escuchar las campanas de la torre y sin conocer a nadie de los presentes en el Cementerio me dispuse a dar la condolencia al que veía en el Campo Santo; aunque me sonaban sus caras pero no sabía dónde ubicarlas.
Ese gesto espontáneo que tuve lo hice por Amor y reconocimiento a una extraordinaria mujer que conocí cuando niño.
Mª Luisa vivía muy cerca de mi casa; concretamente a la mitad de la calle Portugal.
En la misma acera y cuatro casas más abajo de donde vivía la buena Sevillana Mª la Gora casada con Francisco Pariente lejano de mi Padre.
Mª Luisa y mi Madre Transportaban entre las dos con una mano una tina de cinc cargada de tripas o (el mondongo). Las entrañas del cerdo que se había criado y sacrificado en mi casa; en la otra mano llevaban otro cubo cada una, con más despojos para limpiarlos en aquellas aguas tan puras y cristalinas de la ribera de Galaroza.
Yo iba junto a ellas saltando retozando como si fuera un chivito contento de vivir en libertad.

Esos intestinos tanto el grueso que después sería la funda de los morcones o el intestino delgado de más de 5 metros de largo que servirían de funda en los chorizos o morcillas y salchichones.
Hay un refrán viejo que decía: Si quieres saber ¿cómo es tu cuerpo?, mata un cochino y míralo por dentro. Se puede decir que todos los órganos son lo más parecido a los de los humanos.
Esas tripas las lavaba mi madre Dª Ángeles y no se les “caían los anillos” en la orilla de aquella rivera que era donde terminaba dicho camino.
La buena de MªLuisa le ayudaba en tan repelente faena limpiando también las tripas arrodilladas las dos mujeres junto a un remanso de la orilla.
Esta faena habia que hacerla alli pues no habia llegado todabia el agua corriente y los grifos. E incluso las necesidades fisiologicas se hacian en el corral y las gallinitas venian por detras a dar buena cuenta de los restos organicos.Bien es cierto que lo tenian mas complicado cuando se tenia el vientre suelto de comer bruños o higos calientes o brevas con gusanitos invisibles que se pintaba a pistola.
Ahí tenian que coger las gallinas una cuchara, si querian comer algo.
Yo no quería perderme como siempre ni un detalle de lo que hacia mi Madre y Mª Luisa arrodilladas en aquel remanso y me prestaba para colaborar, pero no me dejaban, por temor a que se me resbalaran las tripas y se la llevara la rivera aguas abajo hacia Galaroza o La China, solo me limitaba a ser un buen observador de aquel extraordinario paraje y pude apreciar como los pececillos plateados se acercaban a la orilla y acudían a comerse los despojos o materias orgánicas que las tripas desprendían cuando les daban la vuelta como un calcetín.
El Martín pescador con sus vistosos colores; posado a unos pocos metros sobre una rama seca, cerca del agua acechaba al pequeñito pez plateado para lanzarse en picado. Ese pez le proporcionaría su almuerzo.
Luego regresábamos de vuelta por los mismos pasos para casa; Ya con menos peso y volvíamos a ver sobre la pared de la fabrica las ventanas en alto con su tela metálica y barrotes de reja por donde se podía ver los exquisitos perniles o jamones colgados de las alcayatas que estaban clavadas sobre gruesos troncos de madera de castaño y que se orientaban buscando el aire seco y frío que hace el milagro de la fábrica de Sánchez Romero Carvajal donde trabajan artesanos con sus manos expertas le da el tiempo de sal acertado. Le sacan toda la sangre de la vena, sabiendo tocar en su justo sitio y momento. Orientan según los aires del poniente o del levante así como de la estación del año.
Le da calor con candelas en recipientes de medios bidones de madera de encina o alcornoque.
Sabe chequear o controlar con una aguja de hueso. Pinchando en los sitios estratégico para averiguar su curación.
En definitiva: Todas estas sabidurías son transmitidas de padres a hijos y nietos.
El resto es el clima de mi pueblo: frio y seco y sin contaminación. Que fabrica él solito unas esporas invisibles que envuelven a toda salazón de un color blanquecino, y le da un sabor exquisito e inmejorable.

La Antigua Fábrica de Sánchez Romero Carvajal que le dio fama mundial a mi pueblo, y le quito las ganas a Repilao con su estación de ferrocarril de hacerse independiente y parase a reconsiderar que perderían con la segregación el anagrama de Jabugo.
Así que obraron en consecuencia que sería mejor seguir perteneciendo al ayuntamiento de mi pueblo antes que optar por el separatismo.
Esos estilizados y extraordinarios perniles de autentico cerdo de pata negra criados entre las encinas andaluzas y extremeñas, irían a parar a cualquier paladar exquisito que serian los que les dieran su merecida fama.
Bien pudiera tratarse de un bufete de abogado o de alguna consulta de cualquier afamado medico o de algún notario o director de fabrica o presidente de alguna entidad estatal o privada que muchos de ellos sirvieron para el pago de gratitud por haber recibido alguna carta de recomendación para la colocación de un hijo o por la acertada intervención de un medico o bien por la extraordinaria labor de un abogado en definitiva para corresponder a un determinado trabajo o esfuerzo. Estas complacencias eran de obligado cumplimiento en aquellas fechas, y había un dicho que decía: ¡Quien no es agradecido no es bien nacido¡
Fin del capítulo 36º (El lavado de las entrañas en la ribera de Galaroza): Autobiografía de un niño de Jabugo en 1950 DON PEDRO JUNIOR (CONTINUARA)

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