Capitulo 5ºde Mi amigo El Maqui (Segunda parte).
Miguel, creo que era primo hermano de mis vecinos los del Pinto. De Antonio el mayor de Manuel el segundo y de Juan el tercero que lo vi una vez en Carreful en la Capital de Huelva. Contaba que estaba bien y que acababa de entrar en aquella multinacional francesa y estaban muy contento con él; Era carnicero en ese Centro y por ultimo estaba Mª Victoria. (Perdonarme si los nombres no los coloco en su sitio). Porque veo que algunas veces, la memoria me hace algunas malas pasadas; creo que son el tributo que hay que pagar a los sesenta y un años que cumplo dentro de 28 días justito. !Por favor¡ intervenir Vds. y ponerme los nombres en su sitio (Gracias). Cualquier escribiente tiene un borrón.
Ana Jiménez Pajarero que tantos rosarios tan grandes tenia colgado en la pared de su casa y que se podían ver expuestos a través de la ventana que daba a la calle, todas los transeúntes que pasaban por su acera podían verlos con cierta admiración. Se trataba de rosarios gigantes hechos de grandes bolas del tamaño de unas albóndigas; del árbol del quejigo y que se llamaban abogallas, que por lo visto es un bichito que le pica al árbol y le salen estas bolas en las ramas,
Podríamos decir que es algo parecido a lo de las “Seca” en las ingles y las asilas después de las heridas de la rodillas y los codos al arrancar las postillas con los dedos y las uñas sucias, siempre segregaban pus y a consecuencia de eso los ganglios se manifestaban con esos bultitos.
Ana Jiménez Pajarero era una mujer solterona muy culta y la encargada de preparar a los actores del Teatro y la realizadora de las famosas obras que se representaron en el escenario de la calle barco. Era una “Maquina” para los estrenos y entre las bambalinas.
Mis padres y los de Miguel veían bien esta unión, pero cuando me iba con EL Maqui observaba que no experimentaban el mismo agrado.
Con Miguel el hijo de Inesita la del vasto, también hice algunas incursiones por aquellos caminos vecinales rodeados de huertas que estaban por las veredas cercanas a la fuente Quino con guindas que sobresalían sus ramas por lo alto de los muros del camino y con fáciles saltos cogíamos y saboreábamos con voraz y gran apetito. Bueno no te preocupes Miguel: Ya ha esto ha prescrito el delito.
Ambos nos compenetrábamos muy bien haciendo senderismo. En una ocasión recuerdo que yo tenía mucha sed y bebí el agua cristalina que corría por aquella ribera que venía de detrás de las Escuelas y me dijo con gran autoridad que no bebiera de aquella agua que viene de los meaos del pueblo, y al ver que había tomado unos tragos se sintió muy preocupado y me lo censuro varias veces por el camino.
Trascurrido 50 años de aquello, volví en un caluroso verano a andar con mi perro llamado “Quimbo” y como no lo llevaba atado no pudo el animal resistir la tentación y bebió un lametazo; Como yo hice cuando niño de aquella agua. Yo diría que casi en el mismo sitio y le di un bocinazo. Desistió de la idea de beber obedeciéndome al instante. Os puedo asegurar que aquella agua que intentó beber mi Quimbo no se parecía en nada a la que yo tomé 50 años antes. Estas aguas actuales eran tan sucias y sus orillas tan negras y contaminadas que no dejaba ver el fondo, y no era precisamente el alpechín de la almazara del molino de Severiano que estaba en la fuente, porque en verano no se muelen las aceitunas, era consecuencia precisamente del progreso, debido al despilfarro de tanta agua al ser arrojadas estas con tantos detergentes por los adelantos de las lavadoras y los lavavajillas y en definitiva del tributo que hay que pagar a la modernidad actual.
No lo sé, pero creo que este problema lo habéis solucionado con depuradoras que filtran y limpian el agua dejando de nuevo verse el fondo y las gaitanas y pececillos plateados que le servían de alimento y aquel ratoncillo que buceaban, con su nariz larga en forma de trompeta con sus dos orificios nasales bien visibles y con amplios bigotes con un rabito muy cortito y una piel sedosa muy brillante y de color negro azabache y que se pueden ver los galapaguinos y los gigantes mejillones negros. (!Decirme¡: ¿Esto es verdad?).
Antes no existía el agua corriente y se utilizaba solo la palangana en un palanganero y la ajofaina de porcelana blanca, con su jabón verde o blanco de fabricación casera, que a mi madre le vi fabricarlos con el aceite de oliva de las aceitunas que entregaba mi padre por una ventana lateral de la fábrica y que las transportaban nuestra burrica tan mansita que cuidaba mi padre y que se llamada Margarita. Venia el animal cargado de sacos de yute desde el olivar del Puerto de su propiedad hasta esa gran ventana del molino de Severiano de la plaza de la fuente donde se vaciaban. Mi Padre cogía en especie el sustento de aceite de oliva para todo el año y lo demás en metálico.
Mi amigo El Maqui Fin de la Segunda parte. Un saludo de (Don Pedro Junior)
(Continuara)
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