jueves, 8 de julio de 2010

CAPITULO 19º: LA LLEGADA DE MARISOL

CAPITULO 19º: LA LLEGADA DE MARISOL
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO EN 1950
En el recreo cuando todos estábamos entretenidos en nuestros juegos canticos y voces y murmullos. De pronto se oía un silencio sepulcral; cuando alguien miraba hacia el cielo y con el dedo índice decía: ¡mirar un casamiento¡
Todos parábamos y nos quedábamos inmóviles con la barbilla levantada mirando para arriba.
Se trababa de un grandísimo bando de palomas azules que cruzaban el patio del recreo a una altura de unos cuarenta o cincuenta metros con dirección hacia Portugal por Aroche. Unas veces eran de palomas grandes llamadas Torcaces y otras de palomas más pequeñas llamadas bravías.
Eran bandos de una anchura considerables y con una estela o cola muy larga que parecía interminable. Llegaban a nublar el sol como si de un eclipse de sol se tratase.
Había veces que el bando era de unos pájaros negros llamados estorninos y en otras ocasiones de zorzales.
Después cuando se acababa el recreo y entrabamos en clase nos explicaba Don Francisco el fenómeno de la emigración de todas estas aves.
Y nos decía que. Estas aves o palomas llamadas Torcaces y bravías y zuritas y estorninos; venían todos los años a por las bellotas de nuestras centenarias encinas. Y que los estorninos y zorzales venían a por nuestras aceitunas de nuestros viejos olivos.
Siempre hacían el mismo recorrido: Las Torcaces, estorninos y zorzales desde Inglaterra, Alemania, Polonia, Rusia y todo el norte de Europa, huyendo de las nieves que cubrían el suelo en otoño e invierno en toda esa zona norteña; imposibilitando localizar el alimento.
Las palomas bravías venían de los agujeros de los acantilados donde se habían reproducidos y las zuritas también vienen de esos mismos sitios. Como las grandes cárcavas, o roqueros de los cortados a orillas del mar o del océano.
Al regresar aquí abajo se van a dormir en las grandes extensiones de eucalipto que hay en la frontera con Portugal. Y en las frondosa copa de las encinas centenaria.
Por aquellos años cincuenta se extendió la idea de sembrar todos los campos de eucaliptos. Porque era un árbol que crecía muy rápido y estaban construyéndose las celulosas para fabricar papel; y necesitaban esa materia prima.
Estas aves emigratorias salen muy temprano de estos sitios donde han pasado la noche y se dirigen a las grandes extensiones de las dehesas y olivar del norte de Andalucía y Extremadura.
Estas aves son como nuestros visitantes o turistas que se quedan para cuatro o cinco meses. Hasta que les llega la llamada del apareamiento y se marchan a sus lugares de orígenes para reproducirse y quitarse del calor tórrido del verano andaluz.

A Jabugo nos llego también un buen día un veraneante muy especial se llamaba: Marisol fue una de las veraneantes que vino a mi pueblo desde Sevilla capital para quedarse los tres meses reglamentarios. Y revoluciono de alguna manera a todos los que allí estábamos anquilosados en una sola y simple moral que era la única que existía.
Esta chica nos vino de Sevilla a pasar los tres meses de verano y nos trajo aires frescos distintos y en cierto modo cambió un poco el panorama negro y gris impuesto por la posguerra.

Por aquellas décadas en toda España estaba implantado un régimen totalitario autocrático dictatorial que todos aceptábamos, puesto que no conocíamos otra cosa.

Se conoce que en la gran metrópoli había sido educada en una escuela nacional mixta y se desenvolvía con gran soltura y desparpajo entre los niños de su edad.

Por tal atrevimiento se vio repudiada por las demás niñas del pueblo, puesto que aquella actitud la consideraban propia de una niña descarada que rompía con todos los esquemas que en el pueblo estaban establecidos.

En cambio los chicos estábamos encantados por la agradable visita de Marisol que daba un aire nuevo. Aunque nuestra cortedad no nos permitía acercarnos y ni tan siquiera a conversar con ella por la vergüenza que nos daba el aproximarnos.
Esta actitud que teníamos los pueblerinos hacían patente la diferencia con los chicos la capital. Se podría decir que era el síndrome del cateto.
Algunos más atrevidos sí que tuvieron éxito y entablaron amistad.

De hecho se vio hablar a algunos de los más aventajados a solas con ella. Esto se consideraba un triunfo, para un chico de 8 o 9 años de aquella España, que empezaba a descubrir el sexo contrario. Por supuesto ni que decir tiene que se trataba solamente de hablar y de sentir la proximidad del sexo contrario, no de sexo puro y duro esto último solo se conseguía cuando regresaba uno de la mili, ya hecho un hombrecito.

También es cierto que lo pasábamos muy bien cuando jugábamos todos con ella, todo lo contrario que con las otras que no nos dejaban ni saltar a la comba.
A Marisol le sacamos unas canciones que estaban de actualidad en aquel momento. Y que nosotros agudizando el ingenio le cambiábamos la letra y sonaba tal como así: Cuando yo fui, a casa Marisol salió francisca con un escobón. Cheli te quiero cheli yo te adoro como la salsa del comodoro y tergiversábamos el final diciendo: tú eres la baca y yo soy el toro.

Francisca era la dueña de la casa donde Marisol se hospedaba, vivía por la calle de las escuelas y el cantico era un estribillo de una canción que sonaba por la radio de aquellos años. Parecida a (tengo una baca lechera, no es una baca cualquiera mata moscas con el rabo hay que baca tan salada tolon…..etc.,,

FIN DEL CAPITULO 19º: LA LLEGADA DE MARISOL; Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO EN JABUGO DE 1950
UN SALUDO DE DON PEDRO JUNIOR (continuara)

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