lunes, 6 de septiembre de 2010

CAPITULO 42º EL FUEGO QUE HUBO EN EL PUERTO

CAPITULO 42º EL FUEGO QUE HUBO EN EL PUERTO
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
En el Puerto; que es la zona más alta del pueblo y orientándose hacia el camino que va hacia abajo a la Orihuela. Se puede divisar el castillo de Cortegana y Almonaster la Real y todos los pueblecitos de alrededor.
La carretera del Puerto se dirige hacia La pedanía del Quejigo y continúa hasta Santa Ana la Real y el Castaño del Robledo y Alájar que es donde está la Peña de Los Ángeles. Romería de la Sierra de todos aquellos pueblecitos de los días 8 y 9 de Septiembre.
Un día tórrido de verano sonaron las campanas con mucha fuerza e incesantemente; tanto que creo que fue el día que se rajo la campana mayor. Bueno si no fue ese día seria el día que murió el Papa Pio XII.
Las campanas de mi pueblo tienen unos sonidos o toques especiales: unas veces tocan a difunto y se distinguen en su sonido si es hombre o mujer la que ha fallecido.
También cuando es una emergencia: como en el caso del incendio del Puerto.
Todo el pueblo se apresuro a ese lugar con el fin de hacer cortafuegos e impedir que las llamas continuaran arrasándolo toda la arboleda de castaños y prendiera el sotobosque de aulagas romero y la resinosa jara.
Por aquella fecha no había retenes de bomberos ni camiones cisternas ni hidroaviones ni helicópteros que apaguen el fuego. Solo se sofocaba con la el voluntariado del pueblo y se estaba más concienciado de lo que suponía que el campo ardiera.
El puerto quedo arrasado por las llamas. Toda la zona de la izquierda de la carretera con dirección a Alájar quedo desolada. Llena de tizones en punta de las jaras y de las aulagas que si se pretende andar por aquel desolado sitio te manchas de negro y no ves ni un solo animal viviente. Este dantesco aspecto de muerte; que queda después de un incendio forestal dura muchos años en que se restablezca el verdor que tubo y se ve durante años todo el suelo negro y en cenizas.
Desaparece la capa superior (capa freática) que en los meses de lluvia frena las avalanchas. Pero que al no tenerla erosiona la tierra y se lleva todas las pequeñas raíces superficiales de hierbas y en definitiva del manto que cuida que la tierra quede desnuda.
Las personas corriendo despavoridas al correrse la voz de donde procedía el fuego.
Si dirigías la vista hacia el lugar del siniestro. Podías apreciar la columna de humo que ascendía hacia el cielo.
Los hombres cogían el azadón y otros la pala y otros escobones fabricados de ramas de varetas y una vez en el campo trataban de sofocar el foco del incendio.
Las campanas de la torre no cesaban de sonar hasta que no viera el campanero que se haya calmado el humo.

FIN DEL CAPITULO 42º EL FUEGO QUE HUBO EN EL PUERTO
Del libro: AUTOBIOGRAFIA DE UN NIÑO DE JABUGO EN 1950.
Un saludo de DON PEDRO JUNIOR (CONTINUARA)

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